‘City on a Hill’: Una de las mejores series policiales de los últimos años
La tercera temporada ahonda en las claves de una ficción llamada a dejar huella. Y no solo hablamos de un enorme Kevin Bacon
Jackie Rohr es un chulo integral, machista, corrupto, violento, adicto de diversas formas y durante años el agente del FBI más célebre, polémico, odiado y adorado de Boston a principios de los noventa. Rohr se encuentra, sin embargo, sin placa (la tiró al río para dimitir antes de ser expulsado y procesado por sus desmanes) y se ha pasado al otro lado de la barra de su garito preferido, donde trabaja como camarero en el inicio de la tercera temporada de City on a Hill (estrenada el 30 de agosto en Movi...
Jackie Rohr es un chulo integral, machista, corrupto, violento, adicto de diversas formas y durante años el agente del FBI más célebre, polémico, odiado y adorado de Boston a principios de los noventa. Rohr se encuentra, sin embargo, sin placa (la tiró al río para dimitir antes de ser expulsado y procesado por sus desmanes) y se ha pasado al otro lado de la barra de su garito preferido, donde trabaja como camarero en el inicio de la tercera temporada de City on a Hill (estrenada el 30 de agosto en Movistar Plus+, se puede ver un capítulo nuevo cada miércoles. Esta crítica incluye las tres primeras entregas, con destripes del primer capítulo).
Rohr, sus andares, su gesto al chuparse el dedo para retocarse el pelo, su colección interminable de citas literarias y filosóficas, su cinismo y un toque a veces insoportable y otras irresistible que enganchaba desde el primer episodio, tiene detrás, debajo, dentro a un enorme Kevin Bacon. Sin embargo, no es ni mucho menos el único valor de una serie coral y con un catálogo de personajes y temas muy potente. Creada por Chuck MacLean a partir de una historia escrita con Ben Affleck, principal productor ejecutivo junto a Matt Damon y el propio Bacon, la serie tiene la marca de calidad de Showtime.
El despliegue de dramas es enorme e intenso sin que por ello la narración se ralentice o resulte fatigosa. Además, todos los casos al final están conectados de alguna manera en aquellos años turbios de la ciudad. A los desmanes de Rohr (contratado enseguida como jefe de seguridad por un oscuro ex FBI que vive en la zona más cara de la ciudad) se contrapone la lucha del ayudante del fiscal, Decourcy Ward, por alcanzar la justicia dentro de los límites de la ley. Y a este se une el jefe de una unidad operativa de la policía, Chris Caysen, que ve cómo la suciedad y la corrupción alcanzan de lleno a la institución. Estos personajes, bien perfilados y sólidamente interpretados, son unos idealistas un tanto particulares, siempre al borde del desánimo, siempre con un pie en la línea que los separa del mal.
Cada uno de esos tres ejes policiales unidos por la oscuridad y la corrupción está habitado por personajes con familias, conflictos, relaciones complicadas, silencios. Dos subtramas protagonizadas por mujeres destacan sobre el resto. Por un lado, la esposa de Ward, abogada de los más débiles, mujer y negra en un mundo de hombres blancos. Por otro, la mujer de Jackie, muy bien interpretada por Jill Hennessy, una señora que busca su sitio en el mundo lejos del lugar que tiene su marido pensado para ella. Es una vida echada a perder, llena de oportunidades frustradas, pero ella quiere a Jackie, de una manera muchas veces inexplicable no se puede separar de él, no es capaz de cruzar una de las puertas que se le abren.
Jackie Rohr se da cuenta enseguida de que trabaja para un monstruo, para un tipo oscuro incluso para él, un violador en serie al abrigo de su posición de poder, uno de esos que en los noventa nadie denunciaba. Y es tremendo ver cómo Rohr se adapta a la oscuridad, cómo desciende sin problemas a los infiernos del dinero fácil, las infidelidades y todo lo que hizo de él un paria en el FBI. Pero ni siquiera él, con toda su carga de cinismo y sarcasmo, puede dejar pasar ciertas cosas.
Es también City on a Hill una historia de padres e hijos y de madres e hijas. Y muchas otras cosas. Esta tercera temporada se puede ver con independencia de las otras dos pero, ¿quién se quiere perder un menú así? Estamos ante un policial de mucha calidad, uno de esos que pasa desapercibido hasta que alguien se da cuenta de que es de lo poco que permanece de los años de sobreproducción en que vivimos.
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