Inés Hernand: “Lo que ha pasado con el BenidormFest es una especie de histeria colectiva”
La presentadora, moderadora estrella de la Generación Z y rostro de continuidad en el BenidormFest, nos habla sobre la inesperada conmoción nacional en torno al concurso.
Justo antes de que estallase la pandemia, Inés Hernand (Madrid, 29 años) era una abogada mileurista en un bufete y al mismo tiempo una estrella emergente en redes sociales. Después llegó PlayZ el canal juvenil de RTVE, donde el público masivo pudo comprobar que es una comunicadora nata. Ahora acaba de ser presentadora del BenidormFest, ese big bang que ...
Justo antes de que estallase la pandemia, Inés Hernand (Madrid, 29 años) era una abogada mileurista en un bufete y al mismo tiempo una estrella emergente en redes sociales. Después llegó PlayZ el canal juvenil de RTVE, donde el público masivo pudo comprobar que es una comunicadora nata. Ahora acaba de ser presentadora del BenidormFest, ese big bang que ha convertido Eurovisión en un asunto digno de debates parlamentarios. Ella, que además tiene un podcast (Saldremos mejores), un show satírico (Ni puta gracia) y un canal en Instagram en el que editorializa sobre el mundo hipermodermo con un punto de vista radicalmente woke no puede creerse el revuelo que se ha montado. “Llevo un día entero que no me atrevo a mirar el móvil”, dice sentada en una cafetería junto a Gran Vía. Pero empecemos por el principio…
Pregunta. Empezó Historia del arte pero no la terminó. ¿Cuál es su obra de arte favorita?
Respuesta. El descendimiento, de Van der Weyden, El jardín de las delicias, de El Bosco, el Cristo yacente, de Caravaggio pero sobre todo la Isabel II velada, de Camillo Torreggiani. Me hace llorar.
P. ¿Y colecciona arte?
R. No, no, ¡si comparto piso! Con mi mejor amiga desde los 13 años, Andrea Compton, que me salvó la vida, y con su hermana, Julia. Vivimos las tres hoy en un pisito de Tetuán y no tenemos espacio para más obras de arte que nosotras tres.
P. ¿Diría entonces que forma parte de la famosa “juventud precaria”?
R. Al cien por cien. Yo empecé a trabajar con 16 años, en 2008, cuando se derrumbó todo y me fui de casa con 18 porque no tengo una buena relación con mis padres. Te puedo contar un sinfín de desdichas, desde contratos de alquiler extrañísimos a los que solo pude acceder falsificando nóminas ridículas con Photoshop hasta contratos temporales que cuando llega el momento de hacerse indefinidos se esfuman y se convierten en despidos pactados.
P. ¿En qué momento sintió que había dejado de ser precaria?
R. Hasta septiembre de 2020 estuve en un backoffice para una entidad financiera y cuando me cogieron en Playz fue cuando pude dejar mi trabajo 1.080 euros al mes, que complementaba con bolos de monologuista en los que sacaba limpios 50 euros o acciones de publicidad en Instagram. Ahí dejé de tener la cuenta siempre en números rojos a final de mes.
Por la pandemia, por el ritmo de vida que llevamos, por la vida hipermoderna, que lleva al desquicie, estamos buscando cualquier excusa para descargar la indignación
P. ¿Y qué bombilla se le encendió para dejar de estudiar Historia del arte y empezar derecho?
R. Yo como las histéricas del hospital de la Salpetriere de las que hablaba Lacan, intenté hacer así un acercamiento a mis padres, que siempre han estado ausentes de mi vida. Era mi forma de pedirles perdón por mi rebeldía porque ellos no entendían que yo no siguiese la estela familiar del mundo de la abogacía. Fue una carrera que me pagué con mi trabajo. He limpiado cubos en un Kentucky Fried Chicken de aquí de Gran Vía, he repartido pizzas de Telepizza, he sido limpiadora doméstica de una casa de la calle Narváez...
P. ¿Cuál es el ámbito laboral que ha encontrado más sexista?
R. El judicial. Solo hace falta que examines los grandes bufetes y veas que entre los socios menos de un 10% son mujeres. Lo primero que hacen cuando entras en un despacho de abogados es insinuarte, violando el artículo 18 de la Constitución Española, que si vas a ser madre… Parece que los trabajos son cualificados, como la exigencia intelectual es distinta, van a ser más igualitarios, pero mi experiencia es que no es así.
P. ¿Y en la comedia se ha encontrado mucho machismo?
R. Yo he tenido la suerte de crear mi propia audiencia desde cero, pero cuando iba a hacer micrófonos abiertos sí notaba que un hombre salía, se tiraba un pedo y ya todo eran carcajadas mientras que nosotras parece que tienes que tener un guion del nivel de Robert Mackee para que alguien se ría. No podemos ser mediocres.
P. Es representante de una generación muy joven y con un perfil muy apegado a las redes de cada momento. Has sido youtubera, instagrammer... ¿Tiene miedo a no saber adaptarse?
R. Conforme vas creciendo, la audiencia crece contigo. Si yo me dedicase a hacer otro tipo de contenido, por ejemplo a comer chuches coreanas, correría más riesgos. Pero sí es cierto que pasas de moda y entonces lo que has de hacer es forjarte una posición dentro del establishment para poder continuar tu profesión y ejercerla de la forma más digna y honesta posible.
P. ¿Esto de entrar en Eurovisión como presentadora forma parte de esa estrategia?
R. A veces entras a trabajar en sitios donde circunscribes tu línea editorial a ciertos límites por aceptar otros beneficios para ti.
P. ¿Y se está cortando mucho con Eurovisión?
R. Me estoy cortando, sí. No quiero emitir un juicio porque mi función allí era como presentadora. Y tampoco me gusta seguir alimentando la discordia en algo que no llega a ninguna parte. Esta guerra civil sintáctica a la que se ha llegado, en la que casi se analiza palabra por palabra la letra de una canción... Entiendo el sentimiento de injusticia popular y lo único que deseo es que ojalá se movilizase tanto la gente ante los abusos de pederastia de la Iglesia o la renta básica universal.
P. ¿Ha tenido miedo a que le cancelaran?
R. He estado en el centro del proyecto, he sido una cara muy visible y obviamente soy un blanco fácil. Me están llegando correos electrónicos de madres diciéndome que sus hijas eran fans mías y que soy una vendida por no posicionarme ante esto pero yo estoy muy tranquila. He hecho el papel que me tocaba. Me parecería bastante injusto que me cancelaran, pero en caso de que lo hicieran seguiría buscando mis propios espacios porque la audiencia a la que yo me dirijo es coherente e íntegra.
P. Dado lo analítica que es la juventud que participa en su programa, ¿no le resulta fácil comprender por qué esto se ha politizado?
R. Lo entiendo perfectamente, pero lo que me parece horrible aquí es que se politice la ilusión. La gente aquí tenía un sentimiento de poder, de poder elegir, de sentirse representado por una realidad con la que se identificaban, por un mensaje que te representa también. Puedo entender que se haya ido de madre. Lo que no entiendo es el odio que se ha generado contra Chanel [ganadora del Festival]. Te puedo dar una retahíla de nombres que han destinado palabras de odio y desprestigio a una artista que creo que es bastante digna. Estamos hablando de la calidad artística.
P. Cuando entraron en juego identidades nacionales, ¿no se olía que podía haber polémica?
R. Pues curiosamente fue el tema de las tetas [de Rigoberta Bandini] lo que más encendió a la gente. Yo salí con una bandera independentista gallega en fotos y vídeos con las Tanxungueiras, en medio de la euforia, y eso no significa que represente mi sentir político. Por la pandemia, por el ritmo de vida que llevamos, por la vida hipermoderna, que lleva al desquicie, estamos buscando cualquier excusa para descargar la indignación. Socialmente estamos enfermos y lo que ha pasado aquí es una especie de histeria colectiva. En España somos bastante expertos en hacer del despropósito un shock. Es lo que está pasando ahora.
Puedo entender que se haya ido de madre. Lo que no entiendo es el odio que se ha generado contra Chanel
P. ¿Cree que su generación es muy dramática?
R. Yo soy millennial y mi generación ha participado en manifestaciones por la vivienda, ha pasado el 15-M en la calle, todo eso nos ha llevado a creer en la colectividad. Yo prefiero llamar por teléfono y arreglar conflictos cara a cara. Sin embargo, la Generación Z es más propensa al activismo en redes sociales. Tienen altísimo compromiso social pero una capacidad de gestionar el conflicto diferente.
P. Confiese, ¿cuánto tiempo es capaz de estar sin mirar el móvil ni una sola vez?
R. Procuro tener higiene mental con las redes e informarme solo de lo que me interesa específicamente pero la vez que más… un día [risas].
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