Qué se premia realmente cuando se premia el documental de Rocío Carrasco
En vez de reconocer iniciativas que estimulen el debate racional el Gobierno legitima el abuso del morbo sin el menor freno deontológico
Cuando se concede un premio, se suele redactar un acta donde se enumeran las razones por las que el premiado merece serlo. Como no quedaría bonito escribir ahí “porque lo dice la ministra”, “porque sí” o “porque los premiados son muy famosos y nos hace ilusión cenar con ellos”, se ha creado un género literario alambicado, lleno de lugares comunes y figuras retóricas pomposas que los buenos jurados suelen escribir del tirón. Las actas de un premio son un género literario y, como tal, están abiertas a la interpretación y pueden transmitir mensajes sutiles y ocultos.
Por ejemplo, Ana Isabe...
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Cuando se concede un premio, se suele redactar un acta donde se enumeran las razones por las que el premiado merece serlo. Como no quedaría bonito escribir ahí “porque lo dice la ministra”, “porque sí” o “porque los premiados son muy famosos y nos hace ilusión cenar con ellos”, se ha creado un género literario alambicado, lleno de lugares comunes y figuras retóricas pomposas que los buenos jurados suelen escribir del tirón. Las actas de un premio son un género literario y, como tal, están abiertas a la interpretación y pueden transmitir mensajes sutiles y ocultos.
Por ejemplo, Ana Isabel Peces y Carlota Corredera han recibido sendos premios del Ministerio de Igualdad y de la Delegación del Gobierno en Madrid que reconocen su labor contra la violencia de género en la categoría de comunicación, a propósito del documental Rocío, contar la verdad para seguir viva y todo el ruido que ha generado. En ambos casos se destaca su contribución a la concienciación ciudadana, lo cual, aparte de ser una afirmación atrevida (que algo llegue a mucha gente no implica que conciencie de nada), indica que el Gobierno cree que el fin justifica los medios. Mientras haya impacto social, no importan la calidad o el contenido de ese impacto ni las motivaciones de sus emisores.
En vez de premiar iniciativas que estimulen el debate racional y la comprensión de la violencia contra la mujer para actuar sobre sus causas, el Gobierno legitima el abuso del morbo sin el menor freno deontológico, la explotación comercial de casos mediáticos, la manipulación emocional de la audiencia con recursos obscenos y kitsch, la compraventa de la intimidad de víctimas y victimarios y el ánimo de lucro más desacomplejado. Se premia todo lo que nunca debería ser un periodismo entendido como servicio público. No lo pondrán así en el acta, pero se sobreentiende muy bien.
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