Verdaderos y falsos culpables
Renunciar al privilegio es la obsesión de mucha gente que no ha tiranizado a nadie ni ha dado una voz ni ha pedido nunca nada sin añadir por favor
En un mundo donde ser víctima sale tan barato, por fuerza emergen muchos culpables. De lo que sea. De machismo, de racismo o de cualquier cosa que acabe en -ismo o en fobia. Dice un tópico del póquer que toda partida tiene un pardillo. Si no lo identificas, el pardillo eres tú. Pues eso: si no te identificas como víctima de nada, necesariamente eres victimario.
Es una inversión poética de esa frase de Clint Eastwood en El bueno, el feo y el malo (“El mundo se divide entre los que tienen un revólver y los qu...
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En un mundo donde ser víctima sale tan barato, por fuerza emergen muchos culpables. De lo que sea. De machismo, de racismo o de cualquier cosa que acabe en -ismo o en fobia. Dice un tópico del póquer que toda partida tiene un pardillo. Si no lo identificas, el pardillo eres tú. Pues eso: si no te identificas como víctima de nada, necesariamente eres victimario.
Es una inversión poética de esa frase de Clint Eastwood en El bueno, el feo y el malo (“El mundo se divide entre los que tienen un revólver y los que cavan: tú cavas”) en la que el pistolero se arrepiente y pide perdón, con la salvedad de que la mayoría de las veces la pistola solo está en la imaginación tanto del pistolero como del que cava. Hace poco, un poeta adolescente confesaba que quería quitarse su privilegio de hombre blanco. Pobrico. ¿Qué privilegios tiene un poeta casi niño en un mundo de señores que cobran la luz a precio de caviar? Renunciar al privilegio es la obsesión de mucha gente que no ha tiranizado a nadie ni ha dado una voz ni ha pedido nunca nada sin añadir por favor. Miles de desgraciados se sienten culpables de crímenes de otros y creen que caminan por el mundo con una pistola cargada. Angelicos míos.
Condena es una soberbia miniserie de tres capítulos de la BBC (en Movistar+) que ayuda a relativizar toda esta efusión culpable, porque habla de criminales de verdad, de tipos que han matado y apechugan con la culpa en una cárcel infame y asfixiante. No se acusan de mansplaining ni de haber conquistado México en el siglo XVI, sino de aberraciones definitivas e indiscutibles que no tienen remedio. Conviene verla desde el privilegio de los ciudadanos libres para recuperar la dimensión correcta y penitenciaria de la culpa, que tanto banalizamos.
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