‘Parot’, el fin de una doctrina controvertida
La serie creada por Pilar Nadal es interesante y está bien realizada. Para ello cuenta con un elenco sólido y funcional
En 2013 la Gran Sala del Tribunal Europeo de los Derechos Humanos decidió definitivamente que la aplicación de la llamada doctrina Parot con carácter retroactivo vulneraba el Convenio de Derechos Humanos, enmendando las resoluciones de los tribunales españoles. Ello supuso la excarcelación de cerca de 100 condenados, la mayoría de ellos por delitos de terrorismo, y de algunos presos comunes con delitos graves. La...
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En 2013 la Gran Sala del Tribunal Europeo de los Derechos Humanos decidió definitivamente que la aplicación de la llamada doctrina Parot con carácter retroactivo vulneraba el Convenio de Derechos Humanos, enmendando las resoluciones de los tribunales españoles. Ello supuso la excarcelación de cerca de 100 condenados, la mayoría de ellos por delitos de terrorismo, y de algunos presos comunes con delitos graves. La puesta en libertad de estos presos es el arranque de la serie Parot, una coproducción de TVE, Viacom y Amazon que se ha programado primero en la plataforma digital.
La serie se centra en los presos comunes excarcelados, mayoritariamente condenados por violaciones, obviando a los condenados por terrorismo, y más concretamente en la sofisticada y cruel venganza de uno de ellos, el aristócrata Haro (Iván Massagué), a una de sus víctimas, la inspectora de policía Isabel Mora (Adriana Ugarte). Son 10 capítulos creados por Pilar Nadal, coguionista de una historia que toma partido decididamente por la estupefacción social que supuso la derogación de la doctrina Parot, por más que del inicial desconcierto se pasa al elemental concepto del ojo por ojo: varios de los excarcelados son asesinados de forma similar a como lo fueron sus víctimas.
Parot es interesante y está bien realizada. Para ello cuenta con un elenco sólido y funcional con, entre otros, Javier Albalá, Antonio Dechent, Patricia Vico y una siempre excelente Blanca Portillo. Naturalmente las cerca de 10 horas de trama exigen tocar otras cuestiones colaterales, por ejemplo el sensacionalista afán de las televisiones por incrementar la audiencia a costa de transgredir la privacidad individual: todo vale si con ello se aumenta el número de espectadores, lo que también vulnera los derechos humanos, pero se permite sin más.
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