Andreu Buenafuente: “Más que educar, lo que hay que hacer es respetar”
El comunicador repasa su trayectoria en una serie documental que conmemora los 30 años de su productora, El Terrat
Andreu Buenafuente (Reus, Tarragona, 1965) celebra las tres décadas de su productora, El Terrat, con una serie documental titulada El Terrat: Los primeros 30 que puede verse en Filmin. En ella, el catalán se sienta junto a su amigo, el director y productor Frankie De Leonardis y ...
Andreu Buenafuente (Reus, Tarragona, 1965) celebra las tres décadas de su productora, El Terrat, con una serie documental titulada El Terrat: Los primeros 30 que puede verse en Filmin. En ella, el catalán se sienta junto a su amigo, el director y productor Frankie De Leonardis y repasa el devenir de un proyecto que nació de la necesidad de trabajar con los amigos, pero que se ha convertido en un fenómeno, una forma de entender el espectáculo, la vida, el humor, las relaciones humanas e incluso la relación Madrid-Barcelona. En la narración de Buenafuente hay nostalgia, desencuentros, anécdotas hilarantes y accidentes casi mágicos. Y, como es marca de la casa, hay también educación, sensatez y esa forma de decirlo todo sin decir nada y de no decir nada y que parezca que se está diciendo todo.
Pregunta. ¿Está preparado para que empiece a aparecer gente diciendo que su relato es sesgado y está lleno de falsedades?
Respuesta. Mira, puede pasar. Y no estoy preparado. He tratado de hacer un relato sincero, pero no vengativo, nada de ajuste de cuentas. No es la narración de un tío que está en una playa del Caribe y dice: “Os vais a cagar todos”. Lo mío va de sinceridad. A estas alturas de la película contar solo lo epidérmico sería tonto, la gente eso ya lo sabe.
P. Usted es muy educado en todo lo que dice, ¿sucede eso por carácter o por cobardía?
R. Yo creo que soy educado de por sí. Ahora parece que todos nos tiramos el odio y la bilis a la cara, y yo no estoy cómodo con eso. Siempre he respetado mucho al contrario. De hecho, para mí no ha habido contrarios, solo alguien que coincide en el camino. A pesar de todo me han dicho: “Es que cuentas unas cosas…”. Mira, lo cuento con educación y sinceridad. Más que educar, lo que hay que hacer es respetar.
P. Habla mucho también de sus primeros jefes y pronto usted se convirtió en uno de esa especie. ¿Qué tal jefe es?
R. Voy a ser algo impúdico: soy muy buen jefe. Disfruto un día a día muy armonioso con mi gente, he aprendido el valor de ser el referente de mis compañeros. Eso me llena de responsabilidad, tranquila, pero responsabilidad. No he pegado un grito en 30 años. Es que no sé hacerlo, la verdad. Hace nada, una persona de la organización me ha dicho: “Estoy cansado”. Y le he respondido: “Nos tomamos dos hamburguesas y hablamos”. De ahí saldrán los amigos. Si tú estás mal, yo estoy también un poco mal. Otro diría: “No me marees, te pago y listo…”. Pero esa no es mi escuela.
P. ¿Cómo recuerda gestionar sus momentos de bajón, de abandonar, de desaparecer y perder ocho kilos?
R. Fue difícil, claro. Pero esos momentos están algo lejanos. Ahora se lleva, por suerte, un enfoque diferente con los trastornos, lo que hace que la gente que está jodida lo diga y eso es bueno porque inyecta verdad. Yo ya lo practicaba. Si estaba jodido, decía: “No puedo hacer el programa”. Y ya. Tuve suerte de estar rodeado de gente comprensiva que quería ayudar al Andreu.
P. Viendo el documental, da la sensación de que la salida de TV3 para probar suerte en Madrid fue más traumática de lo que podía parecer.
R. En TV3 hicimos programas con mucha audiencia durante 10 años. La noticia de nuestra salida cayó como un mazazo. Pero mira, aún hoy me emociona la relación de respeto y amor que tengo con el público catalán. Yo voy por Barcelona y siento eso. Sonrisas, complicidad… Ese momento de salida lo viví con emoción, era un salto, lo llevé bien, pero las señoras por la calle se santiguaban: “Ay, este chico, que se va a matar”. Era el cariño más que el resentimiento. Creo que, modestamente, colaboré en romper prejuicios. Yo, en esos inicios, producía desde Barcelona y una vez un tipo en un semáforo me dijo: “No digas que lo haces desde Barcelona, no te conviene”. Era esa cosa catalana de que nos putean, no nos entenderán… Y lo iba yo desactivando. Ahora llevo más años en castellano que en catalán.
P. ¿Siente que hay una lucha entre Madrid y Barcelona por hacer suyo a Buenafuente? Unos por dónde viene y otro por dónde está.
R. No lo he notado tanto. En Madrid he notado mucho respeto. Encuentro fidelidad y buen rollo. Con eso he construido los últimos años de El Terrat, que son los mejores. Ayer les dije en el programa que el Barça ganaría la Liga y se lo tomaron bien [un día después de esta entrevista, el Barça perdió en casa contra el Granada].
P. ¿Hasta qué punto la cadena en la que han estado en cada momento ha influido, no ya en el programa que hacían, sino en el estado de ánimo de El Terrat?
R. Una de las grandes lecciones que he aprendido, y estas semanas lo pienso mucho, es que somos unos motivados y eso nos permite pasar por muchos estados de ánimo y por todos los matices de la industria. Hay algo mágico, y es que a las 16.30, cuando llego al curro, somos del programa, no somos de ninguna cadena. Eso me ha acompañado toda la vida.
P. Se dice de usted que tiene un talento para fichar que ya lo quisiera el Barcelona.
R. Me resulta misterioso y mágico. Mira, hoy acabo de mandar un mensaje sobre un tipo que ha puesto algo en Twitter y me dice el instinto que puede hacer un podcast. Todo esto es una mezcla de experiencia y egoísmo, porque yo quiero pasarlo bien. La búsqueda de talento es la búsqueda de amigos para salir a jugar. El Terrat es eso: “Hola, ¿quieres bajar a jugar?”. Me emociona el talento. Talento hay bastante, pero mucho menos del que creemos. Recuerdo un directivo de una cadena que una vez me dijo: “Quiero al nuevo Neng de Castefa”. Y le tuve que advertir que, cuidado, no hay tanto talento. Hay gente muy bien intencionada, sí, pero el talento que destaca, la genialidad es complicada de encontrar. Yo veo a un tipo y me lo imagino conmigo. Eso me activa. Ahora estoy a tope con Raúl Cimas, que es genial. Y todo el rato es: “¿Qué puedo hacer para que Cimas lo pete?” Para mí es el nuevo Cuerda, debemos lograr que dé ese pelotazo. Bueno, si él quiere, claro. Puede pasar o no, pero el curro de hacerlo es lo que me motiva.
P. ¿Qué peso tienen aún en su carrera esos inicios en Reus, lejos de las leyes de las capitales?
R. Mira, el territorio de la formación profesional es clave. Y yo tuve mucha suerte. Estuve ocho años en una emisora con mucha libertad. Pones a ese Andreu en Barcelona, con disciplina de becario, y es posible que no estuviéramos aquí ahora. En Reus hago lo más caótico y genial. Llevo viviendo de eso toda la vida. Mira, pienso que en la vida puedes tener una buena idea y mi buena idea es El Terrat Radio. Me doy un golpe en la cabeza y me sale ese concepto loco. Se lo cuento al director y me dice que no ha entendido nada pero adelante. Y adelante fui.
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