Columna

‘It’s a Sin’, una pequeña joya británica

Esta serie sobre el sida en los ochenta es un lujo de realización e interpretación, con ese concepto formal de los descendientes del ‘free cinema’ de contar historias cotidianas desde el compromiso con la realidad social del momento

Avance de 'It's a Sin'.

“Así que cuando miro hacia atrás en mi vida, siempre es con una sensación de remordimiento. Siempre he sido yo a quien echar la culpa, por todo lo que ansío hacer. Sin importar cuándo o dónde, o quién. Todo lo que deseo hacer tiene una cosa en común: Es un pecado”, de la canción It’s a sin (Es un pecado), de Pet Shop Boys, que da título a la serie homónima (HBO España), una pequeña joya en cinco capítulos del guionista Russell T. Davies, ganador de un Emmy por su excelente ...

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“Así que cuando miro hacia atrás en mi vida, siempre es con una sensación de remordimiento. Siempre he sido yo a quien echar la culpa, por todo lo que ansío hacer. Sin importar cuándo o dónde, o quién. Todo lo que deseo hacer tiene una cosa en común: Es un pecado”, de la canción It’s a sin (Es un pecado), de Pet Shop Boys, que da título a la serie homónima (HBO España), una pequeña joya en cinco capítulos del guionista Russell T. Davies, ganador de un Emmy por su excelente Years and Years.

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En este caso el tema central es la aparición del sida en los primeros años ochenta, una devastadora plaga sobre la que cayó todo tipo de condenas morales y sobre la que se difundieron las más disparatadas teorías conspiranoicas.

La serie británica de Channel 4 es un lujo de realización e interpretación, con ese concepto formal de los descendientes del free cinema, aquel movimiento de los jóvenes airados que transformaron lo establecido y que gentes como Ken Loach continuaron en su deseo de contar historias cotidianas desde el compromiso con la realidad social del momento.

Los primeros años ochenta en un Londres divertido. Un grupo de jóvenes homosexuales comparten un piso. Hay de todo: enloquecidos, serios, tímidos y una joven a la que adoran. La banda sonora con los éxitos del momento estimulan las noches intensas en garitos acogedores. Su creador desgrana sin tremendismos el lento peregrinar hacia el desastre, las reacciones agresivas ante los primeros indicios del VIH, la hipocresía social y con un impresionante diálogo final entre la joven Jil y Keeley Hawes, madre de Olly, muerto por el sida. Lo dicho: una joya.

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