Elogio del no periodista
Ha muerto el ‘modelo Larry King’, que él definía en dos palabras: parecer tonto. Así de simple
Hubo un tiempo en el que un periodista no tenía por qué presumir de serlo. Ahora cuesta creerlo, pero en aquella época y quizá sólo en aquel país un entrevistador no estaba obligado a demostrar que sus conocimientos eran siempre inmensamente superiores al de sus entrevistados. No opinaban. Hacían bromas sobre ellos mismos. No mostraban su afiliación política. No interrumpían para demostrar su evidente importancia. No miraban a cámara con la solemnidad de quien se levanta cada mañana convencido del ...
Hubo un tiempo en el que un periodista no tenía por qué presumir de serlo. Ahora cuesta creerlo, pero en aquella época y quizá sólo en aquel país un entrevistador no estaba obligado a demostrar que sus conocimientos eran siempre inmensamente superiores al de sus entrevistados. No opinaban. Hacían bromas sobre ellos mismos. No mostraban su afiliación política. No interrumpían para demostrar su evidente importancia. No miraban a cámara con la solemnidad de quien se levanta cada mañana convencido del Pulitzer que recibirá al final del día. Aunque se levante en Alcobendas.
Frente a esas conductas tan pretenciosas en el ejercicio de la profesión estaba el modelo Larry King, que seguramente ha muerto con él y que él mismo definía con dos palabras: parecer tonto. Así de simple. Él confesaba que su gran secreto como entrevistador era interpretar el papel de quien está allí sin saber muy bien por qué. Ese hábil punto de partida obligaba al entrevistado a simplificar sus respuestas, y eso permitía en cuestión de minutos articular una conversación en la que el interlocutor acababa confesando aspectos de su vida o su trabajo que nunca habría revelado a esos súper periodistas intensos e incisivos a los que ahora estamos acostumbrados. Total, este tío es tonto, pensarían muchos entrevistados.
Y no lo era. No puede ser tonto alguien capaz de esconder su ideología política ante más de 50.000 entrevistados y millones de espectadores; seguramente sería conservador de cintura para arriba, como solía decir Carlos Mendo, que admiraba a Larry King, pero nunca lo sabremos. Es verdad que el mundo es otro, que las gafas son más pequeñas, que los tirantes no se llevan y que casarse ocho veces es viejuno, pero lo que muchos podemos aprender de Larry King es algo tan sencillo como el manual de la buena entrevista. Hay que tratar bien a tu entrevistado, pero no solo al que luego comparte contigo memes y memeces. Hay que dejarle hablar e incluso ―aunque esto puede parecer en principio muy complicado― hay que escuchar lo que dice. Hay que asumir que quizá, solo quizá, tú como entrevistador estás descubriendo cosas porque ―oh, triste realidad― no lo sabes todo. Hay que saber dónde empiezas en lugar de empezar sabiendo dónde quieres acabar. Y gracias a Larry King, que nunca se consideró periodista, hemos aprendido que parecer tonto queda muy mal en las redes pero te puede dar mucho juego en la vida. Sobre todo si no lo eres.