Columna

Morbo, miedo y alarmas

La trama de ‘The Investigation’ narra obsesivamente el empeño de los policías por recabar pruebas, sin mostrar el cadáver ni el asesino

Que la estética es siempre una decisión ética lo demuestra por enésima vez The Investigation, el último (y justificado) hype escandinavo, una serie danesa que cuenta la historia real del asesinato y descuartizamiento en 2017 de la periodista Kim Wall. El crimen rezumaba casquería, pero la serie la saca de cuadro y se centra, con elegancia gélida y mínima, en el trabajo detectivesco. No salen el cadáver ni el asesino. La trama narra obsesivamente el empeño de los policías por recabar pruebas para enchironar al acusado.

Al final, antes de dar cuentas a una prensa que ...

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Que la estética es siempre una decisión ética lo demuestra por enésima vez The Investigation, el último (y justificado) hype escandinavo, una serie danesa que cuenta la historia real del asesinato y descuartizamiento en 2017 de la periodista Kim Wall. El crimen rezumaba casquería, pero la serie la saca de cuadro y se centra, con elegancia gélida y mínima, en el trabajo detectivesco. No salen el cadáver ni el asesino. La trama narra obsesivamente el empeño de los policías por recabar pruebas para enchironar al acusado.

Al final, antes de dar cuentas a una prensa que espera con el colmillo fuera, el detective medita, a modo de moraleja, que en Dinamarca hay 50 homicidios al año. Nunca ha habido tan pocos en toda la historia, subraya, pero da la sensación de que el país vive un caos criminal porque cada asesinato se relata al detalle. Para desmentirlo, la serie retrata el trabajo de policías y fiscales.

Según Eurostat, la tasa de homicidios en España (0,62 por 100.000 habitantes en 2018, último dato comparado) es casi la mitad que la de Dinamarca (1 por 100.000). En una lista de 33 países de la UE y aledaños, España ocupa el puesto 26, por debajo de las civilizadísimas Francia, Alemania o Finlandia. Un español tiene más posibilidades de ganar la lotería que de morir asesinado.

Hace un tiempo di una charla en un barrio con fama de peligroso. En el público había consenso en que sus calles eran pasto del crimen y que el mundo, en resumen, se iba al carajo. Intenté refutarlo con estadísticas y les pregunté de cuánta violencia habían sido víctimas o testigos en los últimos años. Nadie había sufrido ni visto nada, pero muchos habían instalado alarmas en sus casas, por si acaso. Dicen que el miedo es libre. Yo creo que siempre está inoculado.

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