Columna

¿‘Quesquesé se merdé’?

No creo en el karma, ni en probar la medicina propia, ni ninguno de esos consuelos para desgraciados que codifica el refranero. Y, sin embargo...

Josep Maria Mainat, en 'Equipo de investigación'.

No creo en el karma, ni en probar la medicina propia, ni en donde las dan las toman, ni en arrieritos somos, ni en sentarse junto a un proverbio árabe para ver pasar el cadáver de tu enemigo. Tampoco creo que quien siembra vientos recoge tempestades ni ninguno de esos consuelos para desgraciados que codifica el refranero. Y, sin embargo...

Al igual que hace el propio Josep Maria Mainat, no voy a entrar en su culebrón policíaco. Tiene tantas espinas que ni el cronista de sucesos más baqueteado evitaría pincharse con alguna, así que pasaré de puntillitas y me limitaré a anotar lo f...

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No creo en el karma, ni en probar la medicina propia, ni en donde las dan las toman, ni en arrieritos somos, ni en sentarse junto a un proverbio árabe para ver pasar el cadáver de tu enemigo. Tampoco creo que quien siembra vientos recoge tempestades ni ninguno de esos consuelos para desgraciados que codifica el refranero. Y, sin embargo...

Al igual que hace el propio Josep Maria Mainat, no voy a entrar en su culebrón policíaco. Tiene tantas espinas que ni el cronista de sucesos más baqueteado evitaría pincharse con alguna, así que pasaré de puntillitas y me limitaré a anotar lo fascinante que resulta leerlo como una farsa cuando el guion es puro drama. Es una cuestión técnica de voz narrativa y de punto de vista: hay una ley fundamental de la teoría literaria y periodística que establece que toda historia, por trágica que sea, se convierte en sainete en cuanto aparece en un programa de Equipo de investigación. Narrados por la voz en off de Gloria Serra, hasta Hamlet y Fausto dan risa.

Tras contar sus cuitas en ese programa, Mainat se ha sentido manipulado y vejado. El creador de Crónicas marcianas, donde el joven Cárdenas hostigaba a discapacitados para hacer unas risas, y de OT, donde la trama principal era la humillación gratuita y gritona a una chavalería ingenua que creía en la meritocracia como si fueran los Reyes Magos, el creador de estas cosas, digo, se siente maltratado y manipulado por un programa que tiene el mismo sentido del espectáculo que le ha hecho rico a él.

Es como si un cocinero, después de treinta años sirviendo comida con gran éxito, probase por primera vez uno de sus platos y gritara, al ritmo de La Trinca: “¿Quesquesé se merdé?”. No será una moraleja, pero se le acerca bastante.

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