Análisis

De Jackie Kennedy Onassis a Lady Di

Un documental repasa la vida de la que fuera famosa ocupante de la Casa Blanca, ídolo de masas décadas antes que Diana de Gales

Una imagen del documental 'Yo soy Jackie O'.

Ahora que la cuarta temporada de la serie de Netflix The Crown saca a escena a Diana de Gales, la mujer que desafió a los Windsor aupada en su poderosa y omnipresente imagen pública, es interesante recordar que la pasión mediática desatada por la princesa tiene un incontestable antecedente en...

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Ahora que la cuarta temporada de la serie de Netflix The Crown saca a escena a Diana de Gales, la mujer que desafió a los Windsor aupada en su poderosa y omnipresente imagen pública, es interesante recordar que la pasión mediática desatada por la princesa tiene un incontestable antecedente en Jacqueline Kennedy Onassis, objeto de un nuevo documental que se puede ver en Movistar +. Yo soy Jackie O es una correcta producción canadiense, dirigida por Tanya Maryniak y Anna Wallner, cuyo principal interés reside en el ingente material de archivo reunido. Fotos, filmaciones, fragmentos de entrevistas y testimonios diversos, aportan trazos al retrato de Jacqueline Bouvier (Southampton, Nueva York, 1929 - Nueva York, 1994), la mayor de las hijas de un matrimonio mal avenido de la buena sociedad estadounidense que llegará a ser archifamosa.

Como Diana, Jackie obtuvo notoriedad pública al casarse, en su caso con John F. Kennedy, doce años mayor que ella, senador y miembro de una influyente familia que, en noviembre de 1960, será elegido 35º presidente de los Estados Unidos. Mujeriego y poco inclinado a abandonar la soltería, fue su padre quien le instó a casarse, con la Casa Blanca en mente. Una vez conseguido su propósito, convirtió a su esposa y a sus dos hijos en importantes bazas políticas. Aunque sin un resultado parecido, también el príncipe Carlos, indeciso, recibió de su padre, el duque de Edimburgo, el empujón final para contraer matrimonio con Diana, 13 años más joven y mucho más adecuada para ocupar el trono que su querida Camilla Parker-Bowles.

En ambos casos, matrimonios infelices. Pero, lejos de la publicidad patológica obtenida por las desavenencias de los príncipes de Gales, nadie supo de las dolencias físicas ni de la corte de amantes que circundaba a Kennedy hasta mucho después de su muerte. Las dos mujeres de esta historia despertaron enorme simpatía popular y fueron admiradas como iconos de moda, aunque solo la princesa Diana mantuvo a la opinión pública de su lado hasta el final. Baste recordar la catarsis que provocó en el Reino Unido su muerte trágica el 31 de agosto de 1997. Pero, ¿qué habría ocurrido de no haberse producido el fatal accidente y de haber consumado su matrimonio con Dodi Al-Fayed? Muy probablemente lo mismo que le ocurrió a Jacqueline Kennedy cuando, tras el asesinato de Robert Kennedy en 1968, su cuñado —y amante, según todos los rumores—, aterrada y harta de interpretar el papel de viuda oficial, se refugió en los brazos de su antiguo admirador, el magnate Aristóteles Onassis.

Fue precisamente una escapada de Jacqueline junto a Onassis, en el verano de 1963, resaltada por la prensa con el consiguiente daño a su imagen pública, lo que la decidió a seguir a su marido en su viaje electoral a Texas, en el que Kennedy encontraría la muerte el 22 de noviembre, en la ciudad de Dallas. Jacqueline iba sentada a su lado, y en una grabación mil veces reproducida aparece vestida con el famoso traje rosa —copia perfecta de un modelo Chanel—, manchado de sangre y masa encefálica de su marido, intentando abandonar la limusina en la que yace el presidente, alcanzado por dos disparos mortales. Durante meses, aseguran diversos testimonios, revivirá una y otra vez la secuencia del atentado del que ha sido excepcional testigo y su dolor será una especie de seña de identidad. Pero la joven viuda perderá el favor general al añadir a su apellido el de Onassis.

Su boda en la isla de Skorpios hizo correr ríos de tinta y la contrayente fue ampliamente censurada. Testimonios de biógrafos y conocidos recogidos en Yo soy Jackie O apuntan a razones económicas detrás de esa unión. Jacqueline adoraba el dinero y el bienestar y la seguridad que proporciona. Sus hijos recibirían la mejor educación en Estados Unidos y ella llevaría junto a Onassis una vida de máximo lujo, entre Atenas, París y Nueva York. Pero las cosas se torcieron pronto. En 1973 muere en accidente aéreo Alexander, de 23 años, hijo predilecto de Onassis. El hundimiento del magnate es total. El documental sostiene que en su delirio llegó a culpar a Jackie de ser la portadora de un destino funesto. Onassis quiere el divorcio, pero muere antes de conseguirlo, en 1975, a los 69 años de edad. Odiada por Cristina, hija del magnate, y por toda su familia griega, Jackie logra un ventajoso acuerdo económico (se ha hablado de 26 millones de dólares), y se instala, libre finalmente, en Nueva York. Su vida toma entonces un rumbo tranquilo, lejos de la expectación de otras épocas. Y en esa atmósfera de manejable notoriedad morirá de cáncer en 1994, antes de cumplir los 65 años, la gran precursora del fenómeno Lady Di.

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