Hacer comedia con el drama del porno
‘Adult Material’ retrata una industria en fase de desguace dentro de una Inglaterra gris y una protagonista a punto de jubilarse a los 33
Existe un tipo de periodista, algo molesto y tremendamente petulante, que en las entrevistas tienda a hacer preguntas que no son preguntas, sino simples enunciados que unas veces espera que el entrevistado le termine; otras, ni siquiera eso. También tiende a formular preguntas que terminan siendo más largas que las respuestas. Es el tipo que cuando llega su turno para formular su cuestión en una rueda de prensa, agarra el micrófono y dice: “Yo no he voy a hacer una pregunta, he venido a hacer una reflexión…”’. Adult Material, la miniserie de Channel 4 escrita por Lucy Kirkwood y que en ...
Existe un tipo de periodista, algo molesto y tremendamente petulante, que en las entrevistas tienda a hacer preguntas que no son preguntas, sino simples enunciados que unas veces espera que el entrevistado le termine; otras, ni siquiera eso. También tiende a formular preguntas que terminan siendo más largas que las respuestas. Es el tipo que cuando llega su turno para formular su cuestión en una rueda de prensa, agarra el micrófono y dice: “Yo no he voy a hacer una pregunta, he venido a hacer una reflexión…”’. Adult Material, la miniserie de Channel 4 escrita por Lucy Kirkwood y que en España puede verse a través de Filmin, es un poco ese periodista.
Los cuatro capítulos de esta producción giran alrededor de la historia de Hayley Burrows, una actriz porno de 33 años –seguramente tiene más- que combina una carrera profesional cuya fecha de caducidad se acerca, su vida familiar, la obligación de diversificar ingresos y la lejana ya intención de ser feliz. Jolene Dollar es su nombre artístico. Es adorada por el público y respetada por la industria. El problema es que el público, digamos, tiene sus peculiaridades, y la industria es algo en fase de desguace, sórdido sin ningún tipo de glamur. Esto no es Los Ángeles, es esa Inglaterra en la que todo huele a salsa de carne recalentada, las fiestas se celebran en el pub del barrio, una cena de lujo es ir al italiano del centro comercial y los viernes se pasan en el karaoke organizado en aquel mismo pub en el que celebraste tu banquete de bodas comiendo sándwiches de huevo y mayonesa y bebiendo cava de supermercado, de aquel en el que en la etiqueta se lee simplemente “cava”. Jolene parece salida de un grupo de homenaje a las Spice Girls y Phil Daniels, que interpreta a un director de cine porno, es como una versión arruinada del Phil Daniels que protagonizó Quadrophenia. En la ambientación, pues, Adult material, es impecable. Una maravilla fea y pegajosa que combina a la perfección con la industria que retrata y que sabes que en ningún momento cometerá el crimen de querer parecer más de lo que es.
La serie arranca con el rodaje de una escena en la que aparece el inevitable actor con gatillazo, la profesional de vuelta de todo, el director encantador de serpientes y la novata cuyo novio es fan de la protagonista y a quien en pocas escenas sabes que intentarán camelar. Todo parece estar en el mismo sitio que la última vez en que nos fijamos en este negociado del porno, que ya hace tiempo que dejó de parecerse en lo estético a Boogie Nights para mantener de aquel retrato solo lo sórdido y mafioso. La novedad, lo más refrescante de la serie, llega cuando Jolene llega a su casa. Es la vida familiar la que enriquece el producto, el ámbito en el que la serie brilla y es capaz de plantear dilemas que se ve capaz de solventar.
Desde la insana relación de la protagonista con su marido, quien al principio aparece como una versión desastrada de aquellos novios que se dedican a sacar fotos de sus parejas influencers, a veces jugándose la vida en un paso de peatones de Tokio o al borde de un acantilado en la Rivera Maya, hasta la hija mayor, interpretada por una estelar Alex Jarrett, con sus dilemas sexuales y su incomodidad a la hora de gestionar que en el colegio sepan a qué se dedica su madre. En este aspecto, la serie es lúcida, divertida y empática. No solo hace reflexiones, sino que formula preguntas y en ocasiones se atreve incluso a sugerir respuestas. Breves y debatibles, pero respuestas.
Esto es lo que se echa de menos tal vez en la forma en que se enfrenta el negocio del porno. Ahí es donde la serie delata sus conflictos para enfrentarse a los conflictos, como situarse ante disyuntivas morales que no lo son. A Amy, la actriz novata, le proponen interpretar una escena anal, los consejos previos de Hayley son tan sensatos y razonables que casi puedes predecir cada línea de diálogo de la escena. Si usted conoce a alguien que no le diría eso, bloquee ese contacto de su teléfono. Lo mismo con la forma en la que Phil Daniels trata de embaucar a la joven para que participe en esa escena, a pesar de jamás haber practicado sexo anal en su vida. Y otra vez lo mismo cuando a Hayley le proponen asistir a una fiesta en honor de un magnate del porno estadounidense. Resulta que es un poco pederasta. Ya sabemos lo que va a hacer ella.
Esta sucesión de pequeñas viñetas que se supone deben ilustrar algo más grande al respecto de la industria en la que trabajan los protagonistas de la serie navega o la idea de mostrar que nada es tan malo ni tan bueno como parece, de que debemos replantearnos nuestras ideas preconcebidas, ponernos en la piel del otro, ser ponderados y democráticos, se lleva tan al extremo que, al final, no se cuenta casi nada. La intención parece tanto ser la falta de intención que pronto en la serie se va descubriendo que a lo largo de ella se van a plantear preguntas muy largas –pero muy bien planteadas- que tiene respuestas muy cortas, o que se van a desarrollar enunciados incompletos –pero muy bien redactados- que igual se espera que el espectador complete, aunque ya lo haya hecho antes, pues se refieren a lo más esencial de la decencia humana. Adult material no vino a hacer una pregunta, vino a hacer una reflexión. Pero se fue antes de terminarla.