Columna

Cree el ladrón que todos son de su condición

Cuando se lee el mundo en blancos y negros, los grises se vuelven amenazas. Todos tienen una agenda oculta o son títeres de otros

Una imagen de la serie 'Quiz'.

Parece que Stephen Frears se ha obsesionado un poco con la letra pequeña de la historia británica, convirtiéndola en miniseries geniales. Tras la maravillosa A Very English Scandal viene ahora la no menos estupenda Quiz (Movistar +), donde cuenta la historia del concurso ¿Quién quiere ser millonario? y de cómo un matrimonio se conchabó con un cómplice para hacer trampas y llevarse el premio gordo. O no, porque hubo un juicio, pero no se llegó a demostrar nada.

La abogada defensora plantea la hipótesis más compleja e inquietante: ¿estaba la gente de la cadena...

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Parece que Stephen Frears se ha obsesionado un poco con la letra pequeña de la historia británica, convirtiéndola en miniseries geniales. Tras la maravillosa A Very English Scandal viene ahora la no menos estupenda Quiz (Movistar +), donde cuenta la historia del concurso ¿Quién quiere ser millonario? y de cómo un matrimonio se conchabó con un cómplice para hacer trampas y llevarse el premio gordo. O no, porque hubo un juicio, pero no se llegó a demostrar nada.

La abogada defensora plantea la hipótesis más compleja e inquietante: ¿estaba la gente de la cadena tan obsesionada con la posibilidad de que les trampeasen el tinglado que vieron conspiraciones donde solo había coincidencias? Las supuestas pruebas de la estafa eran tan endebles, que en verdad parece un caso de sugestión colectiva que se expresaría con un dicho castizo español: “Cree el ladrón que todos son de su condición”. El concurso era un experimento conductista diseñado para destrozar los nervios de los participantes, y a toda mente perversa le aterra caer en su némesis.

Me apunto a esta teoría porque explica bien el ambiente político de España hoy. El desquicie bipolar es tan bronco que desborda la puesta en escena de los gobiernos y contagia a cualquiera que se exprese en público. Cualquier opinión libre y no alineada se tiene por sospechosa. Como los productores del concurso, en cuanto se les cuela un actor que no juega según sus previsiones, lo vigilan: tal vez sea un caballo de Troya o un agente provocador. Cuando se lee el mundo en blancos y negros, los grises se vuelven amenazas. Todos tienen una agenda oculta o son títeres de otros. De nuevo, cree el ladrón: a quien entiende la política como una técnica de manipulación social le cuesta creer que haya quienes solo quieran debatir como ciudadanos preocupados por la res pública.

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