Columna

‘Oficina de infiltrados’, espías de la vieja escuela

La interesante serie francesa , que llega a su quinta temporada, reivindica el lado humano del espionaje

Mathieu Kassovitz como Guillaume Debailly, en un momento de 'Oficina de infiltrados'.

La tecnología ha llevado el espionaje a una nueva era. Control de cantidades ingentes de datos procesados por algoritmos, reconocimiento facial, seguimiento de objetivos desde satélites... un Gran Hermano de manual. Pero afortunadamente las mejores historias de ficción relacionadas con el tema no se olvidan de los espías de a pie. El lado más personal de los agentes, y la trama en torno a ellos, es sin duda uno de los puntos más interesantes de Homeland. Y también lo es de Oficina de infiltrados (Movistar Seriesmanía), la serie francesa de Éric Rochant, en su quinta temporada, qu...

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La tecnología ha llevado el espionaje a una nueva era. Control de cantidades ingentes de datos procesados por algoritmos, reconocimiento facial, seguimiento de objetivos desde satélites... un Gran Hermano de manual. Pero afortunadamente las mejores historias de ficción relacionadas con el tema no se olvidan de los espías de a pie. El lado más personal de los agentes, y la trama en torno a ellos, es sin duda uno de los puntos más interesantes de Homeland. Y también lo es de Oficina de infiltrados (Movistar Seriesmanía), la serie francesa de Éric Rochant, en su quinta temporada, que narra el día a día de un departamento de los servicios secretos galos dedicado a infiltrar agentes para obtener información y reclutar, con suerte, a desertores.

La visión que el protagonista (interpretado por Mathieu Kassovitz) tiene del espionaje está lejos del triunfalismo tecnológico y más cerca de una novela de John Le Carré. La tecnología tiene su papel, claro, pero la serie reivindica la importancia del trabajo de los agentes, tanto en las labores más burocráticas —de hecho, gran parte de las escenas se desarrollan en la oficina— como en el terreno, y muestra sus dilemas (entre la lealtad a su país y los deseos personales).

No es desde luego una serie hecha para los amantes de la acción y las persecuciones a lo Misión imposible. Tampoco es una serie para los espectadores que huyen de tramas en principio desconectadas, que a veces tardan capítulos en tener un sentido claro. Es una serie sobre todo para los que les gusta el suspense, disfrutan con las convulsiones geopolíticas y añoran el espionaje de la vieja escuela. Como dice un jefe del FSB ruso (heredera del KGB) en la serie, al premiar con una medalla a uno de los personajes clave de la última temporada tras 35 años de carrera: “Gracias por demostrar que el servicio secreto humano no está muerto y puede convivir con la informática”.

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