Ana Iglesias, ganadora de ‘MasterChef 8’: “Hay un millón de programas de cocina, aquí la gente busca sentirse identificada”
La edición que terminó este lunes ha logrado la mayor cuota de pantalla de la historia del formato
Ana Iglesias (Madrid, 24 años) se proclamó este lunes ganadora de la octava edición de MasterChef España. Los datos de audiencia de esta entrega han demostrado que, lejos de tratarse de un formato agotado (no solo lleva ocho entregas de la versión para adultos, también siete de la infantil y cuatro de la de famosos), todavía tiene cuerda para rato: ha logrado una media de 2.910.000 espectadores y un 22,8% de cuota de pantalla. Este último ha sido el dato más alto del formato en su historia. Además, ha sido la final más vista del prog...
Ana Iglesias (Madrid, 24 años) se proclamó este lunes ganadora de la octava edición de MasterChef España. Los datos de audiencia de esta entrega han demostrado que, lejos de tratarse de un formato agotado (no solo lleva ocho entregas de la versión para adultos, también siete de la infantil y cuatro de la de famosos), todavía tiene cuerda para rato: ha logrado una media de 2.910.000 espectadores y un 22,8% de cuota de pantalla. Este último ha sido el dato más alto del formato en su historia. Además, ha sido la final más vista del programa desde la primera edición, con 3.083.000 espectadores (30,3%). El programa de La 1 ha sabido aprovechar el confinamiento, durante el que se dispararon los minutos que los españoles pasaron ante el televisor, y se ha aderezado con un casting variopinto que ha dado lugar a diversas polémicas más allá de lo gastronómico.
La vencedora de esta edición ha permanecido al margen de trifulcas. “Por mi forma de ser, sabía que podía convivir con cualquier persona y estar con cualquier persona en cocinas, no fue difícil mantenerme al margen”, dice en una entrevista telefónica con EL PAÍS. Estudió Derecho y ADE porque sus padres no le dejaron formarse en cocina y ahora es propietaria de una firma de joyas. En la prueba final se impuso a sus compañeros Andy e Iván (por primera vez en el programa fueron tres los duelistas finales) con un menú ligado a la orfebrería. Como entrante sirvió un plato con ostras y un consomé de jamón con granizado de melón. El plato principal consistía en un pichón con diferentes cocciones que Joan Roca calificó como “un plato tres estrellas Michelin”. El menú lo cerró con un alfajor deconstruido en honor a sus raíces argentinas. Con estos platos recibió el trofeo del programa y un premio de 100.000 euros en metálico, además de publicar su propio libro de recetas y recibir un máster en Cocina, Técnica y Producto impartido por Basque Culinary Center.
“Yo sabía que quería hacer algo que representase mis dos grandes pasiones, las joyas y la cocina. Estuve dándole vueltas durante el confinamiento a qué haría si llegase a la final, e inspirándome en grandes chefs pude lograr ese menú que me dio la victoria”, cuenta. Asegura que no se vio ganadora hasta que escuchó las valoraciones de los jueces. “Siempre pienso que lo que hago es menos de lo que es, pero entonces empecé a ver que de verdad podía ganar, ahí me empecé a asustar de verdad”.
Su simpatía y amabilidad chocan con la edición más bronca del concurso. Las polémicas que han rodeado esta entrega del programa e incluso pusieron en cuestión el proceso de casting por el comportamiento de una de sus participantes, Saray, que pronto se convirtió en la gran villana de la edición. Otros concursantes mantuvieron fuertes rivalidades entre ellos y llegaron a encararse con los jueces en diferentes momentos de la edición, lo que derivó en recriminaciones por su comportamiento desde el jurado. Sin embargo, la ganadora logró mantenerse a un lado de esas polémicas. “Siempre me he querido mantenerme al margen porque sé que es fácil caer en el juego de estar enfadado, con piques y tal. Pero no era mi intención, no soy así y no quería intentar fingir nada”, dice Ana Iglesias.
En algunas ocasiones, se ha criticado que la vertiente de espectáculo y reality de MasterChef se termine imponiendo sobre el aspecto gastronómico. “Al final, es un programa de televisión que es de cocina, pero también es un reality en cierta manera. La gente dura un tiempo y los espectadores tienen que encariñarse con los personajes. Necesitas que todas las personas tengan algo que transmitir. Hay un millón de programas que se dedican solo a la cocina, y aquí la gente busca personas con las que sentirse identificadas”, defiende la ganadora de esta octava edición.
El confinamiento por la pandemia de la Covid-19 pilló a MasterChef en plena grabación y obligó a que los ocho aspirantes que todavía se mantenían en el concurso convivieran en una casa durante 42 días a la espera de poder regresar al plató. “Dentro del horror que fue estar oyendo todas esas malas noticias, supimos llevarlo bien, entretenernos y practicar muchísimo. Yo lo vi como un regalo para volver a coger fuerza y seguir adelante”, repasa Ana. En ese tiempo, los concursantes llegaron a temer que el programa acelerase su final o que se vieran alterados los planes: “nos planteamos de todo, sobre todo por la cantidad de tiempo libre que teníamos. Barajamos cualquier tipo de opción: ‘seguro que en este programa echan a tres', ‘no vamos a volver a grabar', ‘se pasará a después del verano'... Al final, salió de la mejor manera que podía salir”. El 27 de abril (dos semanas después de que La 1 estrenara esta edición), el programa regresó para rodar los cuatro programas que les faltaban entre nuevas medidas de seguridad que incluían controles de temperatura, pasillos de ida y vuelta, mayor separación entre los participantes o cocinado con guantes.
Más allá de la cocina, Ana Iglesias destaca cómo ha aprendido en MasterChef cosas que le servirán en su día a día. “Hemos estado con personas tan distintas, desde la casa hasta el plató, que me llevo muchísimas cosas, de saber estar con todo el mundo, saber adaptarme, seguridad en mí misma, los nervios que tenía antes cuando hablaba en público ya no están...”. Ahora piensa en su futuro, que pretende que siga ligado a las joyas y que le permita desarrollar su pasión por la gastronomía. De momento, ya ha preparado una línea de delantales, manteles, servilletas y todos los accesorios para la cocina que pondrá a la venta en breve. “Me encantaría dedicarme a la cocina pero en ningún caso apartar las joyas, porque creo que con el equipo que tengo detrás en Dosprimeras [su firma de joyas] puedo llevar las dos cosas adelante”.