“Si me borrara el viento lo que yo canto”
David Trueba utiliza espléndidamente material de archivo que complementa con entrevistas en un documental sobre Sánchez Ferlosio
No deja de ser curioso el que dos miembros de la misma familia, Fernando y David Trueba, decidieran rodar sendos documentales sobre un mismo personaje, Chicho Sánchez Ferlosio, con 38 años de diferencia y un ánimo común de reivindicar a un cantautor que se situó voluntariamente al margen de cualquier tipo de mercadotecnia y que ha conseguido el que sus canciones perduren.
Si me borrara el viento lo que yo canto (Movistar+) se centra en la grabación clandestina que dos suecos realizaron en el cuarto de baño de la casa que compartían en 1963 el propio Chicho y su compañera Ana Guar...
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No deja de ser curioso el que dos miembros de la misma familia, Fernando y David Trueba, decidieran rodar sendos documentales sobre un mismo personaje, Chicho Sánchez Ferlosio, con 38 años de diferencia y un ánimo común de reivindicar a un cantautor que se situó voluntariamente al margen de cualquier tipo de mercadotecnia y que ha conseguido el que sus canciones perduren.
Si me borrara el viento lo que yo canto (Movistar+) se centra en la grabación clandestina que dos suecos realizaron en el cuarto de baño de la casa que compartían en 1963 el propio Chicho y su compañera Ana Guardione, un disco que una vez editado en Suecia se convirtió en uno de los símbolos de la lucha antifranquista con canciones tan emblemáticas como Gallo Rojo, Gallo Negro que casi cincuenta años más tarde aún la canta, entre otros, Silvia Pérez Cruz. David Trueba utiliza espléndidamente el material de archivo que complementa con entrevistas a quienes trataron entonces al protagonista. Naturalmente no podía faltar el más afamado y respetado de los Ferlosio, Rafael, quien no dudó en elegir una canción de su hermano cantada en latín, fruto sin duda de la amistad del trovador con otro de los grandes heterodoxos de la cultura española: Agustín García Calvo.
Y surgen anécdotas y situaciones divertidas, como cuando Chicho decidió irse en coche con la familia a la India y a la altura de Barajas, su hija pequeña preguntó “¿falta mucho para la India?”, entremezcladas con el cruel recuerdo del fusilamiento de Julián Grimau y la sorprendente capacidad de Chicho para crear esa misma noche una bellísima canción: “... Silencio de mi tierra, ¡qué amargo suenas!/ Las piedras del camino/ hoy sangre llevan, hoy sangre llevan”.