Cómo es una universidad para nativos digitales

Han crecido con internet, son autodidactas, impacientes y cuestionan a las generaciones anteriores. Ahora que los jóvenes pertenecientes a la generación Z encaran la educación superior, la universidad se encuentra ante el reto de ofrecerles una formación adaptada a su particular forma de ser

Los estudiantes universitarios de la generación Z son poco constantes, lo que provoca que, si algo no les gusta, lo abandonen sin pensárselo dos veces.iStockphoto

Los jóvenes de la generación Z han entrado ya en la universidad. Este grupo de nacidos a finales de los años 90 —aunque hay quien incluye a los de mediados de esa década, cuando empieza a generalizarse internet— son nativos digitales, se han criado entre pantallas y con acceso a la red, lo que ha marcado profundamente su personalidad. “Socializan y aprenden en línea, algo que no ha hecho ninguna otra generación”, afirma Iñaki Ortega, profesor de Dirección de Empresa en la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR) y coautor del ensayo Generación Z (Plataforma Editorial, 2017). Eso ha contribuido, agrega este experto, a que sean autodidactas, flexibles ante los cambios y exigentes, pero también impacientes y propensos a perder el respeto a sus mayores, padres, profesores y jefes, si creen que tienen la razón.

Las universidades se enfrentan al reto de ofrecerles una educación atractiva y estimulante, que se aleje de los métodos tradicionales. “Los nuevos alumnos son poco perseverantes y la forma de impartir clase habitual les produce rechazo. Por tanto, si algo no les gusta, se marchan”, apunta Eva Asensio, directora de Innovación Académica de Proeduca. Solo las universidades que entiendan esto, cree Joaquín Uríbarri, consejero ejecutivo de Proinnova, la sección dedicada a la innovación del grupo educativo Proeduca, matriz de UNIR, serán capaces de atraer y retener a estos estudiantes. Pero, ¿qué esperan de la universidad?

Internet, su mejor amigo

Los miembros de esta generación posmilenial, que engloba a algo más de siete millones de jóvenes de entre 10 y 24 años, han contado con un amigo fiel desde su infancia: internet. Lo han convertido en su espacio de ocio y su principal fuente de conocimiento. “Son autodidactas, si se les avería cualquier dispositivo, buscan un vídeo tutorial para arreglarlo”, describe Asensio, también vicedecana de la Facultad de Empresa de UNIR.

Su conexión con el mundo a través de internet hace que la generación Z tenga una mentalidad más internacional y más abierta

YouTube es uno de sus principales aliados. Según la encuesta Cumpliendo con las expectativas de la Generación Z en la educación superior, realizada en Estados Unidos por la empresa de servicios educativos británica Pearson, el 59% de los nativos digitales utiliza esta plataforma, en la que pasan tres horas diarias de media, para aprender. Además, la mitad de ellos declara que ha contribuido a su desarrollo personal durante el último año. Por eso, opina Asensio, esperan que las clases en la universidad incorporen recursos digitales. “Les gusta que en el aula se salga de lo habitual, que, por ejemplo, se aplique la gamificación [el traslado de la mecánica de los juegos a la educación] al repaso de una asignatura”, detalla.

La conexión con el mundo a través de la red, añade Asensio, les ha hecho tener una visión más internacional y una mentalidad más abierta. “Manejan el inglés gracias a las series de televisión y los videojuegos, y están en contacto con personas de todo el planeta”, apunta la experta. También les ha hecho más tecnológicos, pues manejan dispositivos electrónicos desde pequeños. “Son autónomos y se adaptan con facilidad a los cambios digitales”, destaca Francisco Serrano, responsable de Ventas de Ingeniería y Logística de Randstad Professionals, que pronostica que cuando estos jóvenes ocupen la parte alta en la toma de decisiones, las empresas van a funcionar constantemente como startups. “Su capacidad de decisión será más ágil y estará basada en el análisis digital de los datos (big data) antes que en el instinto”, asevera.

Una generación irreverente

Los nativos digitales ponen en cuestión lo que dicen sus mayores. Iñaki Ortega explica cómo hasta ahora los estudiantes han asumido el “magíster dixit”, es decir, lo que decía el profesor, porque era heredero de una tradición. “El padre, el maestro y el jefe siempre han tenido la razón”, recuerda. “Pero llega internet y pierden el respeto a la experiencia, porque en él disponen de un conocimiento casi ilimitado. Cuando un profesor especifica mal una fecha, por ejemplo, y sus estudiantes se meten en la red a buscarla y se dan cuenta del fallo, ya no se fían igual de él. Esto lleva a la irreverencia, a desafiar la autoridad cuando no tiene la razón”, explica Ortega.

Una actitud que, asegura el experto, es la clave de la innovación, pero también genera problemas en las casas, en las empresas y en las aulas. Aunque el choque de generaciones siempre ha existido, se acentúa más por esa cualidad de irreverencia que se conjuga con su pasión por lo inmediato. “La irreverencia es incómoda para quien no sabe asumirla”, agrega.

Impaciencia, la cultura del “todo ya”

La necesidad de obtener lo que quieren al momento es otra característica de esta generación, resultado de una educación en un entorno en el que todo está disponible. “Para ellos el servicio de Amazon Prime [capaz de entregar compras en 24 horas] es lo normal. Quieren algo y les llega al día siguiente”, señala Ortega.

Esta particularidad también se traslada a la educación: “Hoy si un alumno no tiene las notas al día siguiente, las reclama”. Por eso, la frustración es otra de las constantes en su personalidad. “Quieren respuestas inmediatas y no siempre las consiguen”, apunta Serrano. “Esa impaciencia, además, les lleva a decir lo que no les gusta, para no perder el tiempo”, añade.

La generación Z no siente tanto la necesidad de obtener un título, a diferencia de las anteriores

Desmotivación: una razón del abandono escolar

Eva Asensio ve una relación directa entre esa impaciencia y la desmotivación que afecta a esta generación, que se manifiesta en altas tasas de abandono universitario. España tiene un porcentaje de entrada en los estudios universitarios de los jóvenes menores de 25 años del 45,4%, muy similar a la media de los países 38 países pertenecientes a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), situada en el 47,7%. Sin embargo, las tasas de graduados se reducen al 32,9%, más lejos de media de la OCDE, 38,5%, de acuerdo con el estudio U-Ranking 2019 de Fundación BBVA y el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (Ivie).

Estos estudiantes, añade Asensio, son poco constantes, lo que provoca que, si algo no les gusta, lo abandonen sin pensárselo dos veces. Además, a diferencia de las generaciones anteriores, no sienten tanto la necesidad de obtener un título. “Esto va a exigir un esfuerzo extraordinario al sistema educativo para atraerlos, porque no conciben pasar por la universidad como un requisito imprescindible para acceder al mundo laboral”, avisa.

Eva Asensio, directora de Innovación Académica de Proeduca.

¿Qué puede hacer la universidad para convencerlos?

Joaquín Uríbarri, de Proeduca, tiene claro que hay muchos alumnos que no quieren acceder a la universidad tradicional y que existen fórmulas alternativas para ellos que aún no se han explotado. Este experto propone una metodología híbrida que combine clases en línea y actividades presenciales, en la que se garantice que el tiempo que el profesor pasa con los alumnos se dedique a trabajar en grupo los contenidos que previamente se han preparado. “Estos alumnos disfrutan sintiéndose partícipes. No les gustan las clases excesivamente teóricas, sin interacción”, puntualiza Asensio.

A los estudiantes de ahora, destaca Uríbarri, se les debe ofrecer experiencias de aprendizaje. Esa es la razón por la que Proeduca han dado forma al método impact learning (aprendizaje de impacto, en español) que incorpora actividades presenciales de corta duración, pero muy intensas.

Estos formatos de aprendizaje, habituales en el entorno empresarial, son los talleres, cuyo objetivo es que el alumno ejercite una habilidad concreta en un día; los bootcamps, que trasladan el concepto militar de entrenamiento intensivo a reuniones de dos o tres jornadas en las que los jóvenes se enfrentan a problemas similares a los que encontrarán cuando se incorporen al mundo laboral, y los hackatons, que originalmente consistían en concentrar a varios programadores para resolver un reto informático, pero que en el ámbito educativo suponen la dedicación de uno o varios días a trabajar en equipo para superar un reto. “Trabajan bajo presión y en circunstancias cambiantes. Lo más interesante es cómo llegan hasta la solución, porque en el camino hay un desarrollo de competencias muy interesante”, expone Uríbarri.

Un grado a medida para la generación Z

Un ejemplo de adaptación de la universidad a las necesidades de los alumnos de esta generación es el grado To.Do Empresa de la Universidad Internacional de La Rioja (Unir). En este título el aprendizaje se divide en proyectos, que potencian las habilidades que demanda el mercado laboral. “El programa se enfoca que desarrollar el pensamiento crítico y el creativo y las capacidades de comunicación, colaboración y negociación”, subraya Eva Asensio, directora de Innovación académica de Proeduca.

El grado está dirigido a jóvenes de entre 17 y 25 años que quieran iniciar sus estudios superiores en el sector de la empresa, en las carreras de Administración y Dirección de Empresas (ADE), Marketing, Publicidad, Finanzas y Contabilidad o Recursos Humanos. “Son títulos oficiales, pero con un itinerario de aprendizaje muy práctico y real”, destaca Joaquín Uríbarri, consejero ejecutivo de Proinnova, la sección dedicada a la innovación del grupo educativo Proeduca.

El primer curso, centrado en ADE, es común para todos. A partir del segundo año, los alumnos tienen la opción de continuar con ese título o pasarse a alguno de los otros. “Con 18 años no suele tenerse claro a qué quiere dedicarse uno, así que con esta opción comprueban qué les atrae más según avanzan en su carrera”, propone Uríbarri.

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