Luna llena sobre la ultraderecha española

“¡Viva España!” y “¡Viva!” como contraseñas al llegar, menores no acompañados y euforia en la sede de Vox

Seguidores de Vox celebran el resultado electoral frente a la sede del partido de extrema derecha en Madrid. En vídeo, declaraciones de Abascal tras los resultados.Vídeo: Óscar del Pozo (AFP) | EPV
Madrid -

Vox se ha mudado a una calle de Madrid de nombre tiernísimo, Bambú, la planta que comen los osos panda. Como los caminos del Señor son inescrutables, a cambio el destino les ha colocado en una sede hermosa y grande que antes fue el edificio de los juzgados de Vigilancia Penitenciaria.

Parte de ese espíritu sobrevive en la puerta, donde dos señores informan al reportero:

—¿EL PAÍS? Lo siento, ya sabe que no pueden pasar.

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Vox se ha mudado a una calle de Madrid de nombre tiernísimo, Bambú, la planta que comen los osos panda. Como los caminos del Señor son inescrutables, a cambio el destino les ha colocado en una sede hermosa y grande que antes fue el edificio de los juzgados de Vigilancia Penitenciaria.

Parte de ese espíritu sobrevive en la puerta, donde dos señores informan al reportero:

—¿EL PAÍS? Lo siento, ya sabe que no pueden pasar.

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No hay permiso para los periodistas de los medios de PRISA, que cuentan en el diario El Español, situado cerca de la sede de Vox, con la hospitalidad de sus colegas: “Los que estéis vetados y queráis trabajar, en nuestra redacción hay sitio para todos”. Hay casi luna llena, seis grados de temperatura y es noche cerrada pasadas las ocho de la tarde en Chamartín cuando llegan los primeros simpatizantes. Les recibe un palquito rodeado por la bandera española, un arco de globos formando la bandera española y militantes acreditados con escarapelas del color de la bandera española. A cada llegada de los simpatizantes, un “¡Viva España!” pronunciado por ellos y devuelto por el resto mientras ondean una bandera española. Un furgón policial rotulado como “Guías caninos” está aparcado frente a la sede, así que los ladridos es lo que se escucha de fondo de cualquier conversación que se quiera tener allí. Para evitarlo, la policía saca a un perro que se va directo a por un caniche blanco que está allí sin comerlo ni beberlo. Se olisquean, tensos, y el perro policía, como si le hubiese pedido los papeles al chucho y estos estuvieran en orden, regresa con su amo.

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Fuente: Ministerio del Interior

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Poco después, un coche para frente a la puerta y de él se baja Javier Ortega Smith, conocido líder de la extrema derecha; es asediado rápidamente por sus fans, que se dirigen a él como “Javier” o “don Javier”, y él frena un segundo para hacerse una foto con una enorme sonrisa. La calle es estrechísima y en ella se empiezan a acumular menores no acompañados, chavales solos que no llegan a los 18 años ataviados con banderas a modos de capas. Pablo, David y Raúl, chicos del barrio de Chamartín de “valores”, como dice uno de ellos. Niegan ser esos menores que han entrado en la calle Bambú por su cuenta y riesgo, “el futuro de Vox”, como les inquiere el periodista: son, dicen, “el futuro de España”. Pero la España de las “cosas claras” y “sin complejos” que habrá de redefinirse cuando acabe de una vez “la dictadura progre”. Cuando Abascal, horas después, dé su discurso en el palquito, se referirá a esa “dictadura progre” de la que, según Vox, forma parte hasta el PP, y uno de esos chicos, en medio del meollo, donde no se podía dar un paso, agarra la cara de su padre, haciendo su padre lo mismo, y se funden un enorme abrazo. “Estamos aquí para quedarnos. Nos expandiremos”, dice un hombre que combate el frío con un par de bufandas. Curiosamente, si Vox quiere expandirse desde su nueva sede, justo al lado hay un murito que delimita los inmensos terrenos recalificados de la Operación Chamartín.

Dentro de la sede, Vox ha habilitado una sala para unas 150 personas entre candidatos, familiares de candidatos y trabajadores del partido. En una planta superior, Abascal y sus compañeros siguen los resultados en una sala con varias pantallas de televisor. Cuando salen, los proscritos podemos ver desde la calle y a través de las ventanas lo que ocurre (las ventanas que no están ocupadas por banderas españolas), y lo que ocurre son frecuentes abrazos, abrazos espontáneos y festivos. Iván Espinosa de los Monteros y los suyos se abrazan en los mismos lugares en los que, hace años, se abrazaban los abogados, los familiares o los presos a los que les daban un permiso o la libertad condicional.

Fuera, cuando el 80% de los votos escrutados anunciaba que España ha votado como tercera fuerza política a un partido de extrema derecha e ideario racista, empieza a sonar la música. Para desgracia de Coque Malla suena No puedo vivir sin ti, que ya había sonado en Vistalegre provocando las quejas del artista. Suena Mil calles llevan hacia ti, de La Guardia. Y suena Libre, por supuesto, de Nino Bravo, porque el espíritu de la calle Bambú es de liberación; siguiendo su discurso, se han roto las cadenas que les oprimían en un reinado de terror progre según el cual históricas minorías eran depositarias de derechos que les igualaban a los demás. Esa noción de libertad y de aire fresco, precisamente la que falta en la democracia con su subida de votos, es la esgrimida por Vox para asentarse en el imaginario de sus seguidores como el único partido que dice la verdad en una especie de 1984 diseñado contra ellos. No es más apasionante que alguien articule semejante discurso como que millones le crean y hagan bandera con él.

Estuvo Cataluña presente de forma continua: “No nos engañan / Cataluña es España”, y hubo peticiones inmediatas de prisión para todos los líderes independentistas siguiendo las directrices del líder Abascal, que dijo que si ganaba las elecciones encarcelaría al presidente de la Generalitat del mismo modo que su partido ilegalizaría los partidos nacionalistas.

Un cántico a cargo de una voz que recogía el eco de los demás gritaba “¡Viva España!” y respondía la multitud: “¡Viva!”, luego “¡Viva Europa libre de comunismo!” y “¡Viva!” y al final “¡Viva el Rey!” aclamado con otro “¡Viva!”. A doscientos metros, en un VIPS, único local abierto, dos hombres mayores con la bandera a modo de pañuelo al cuello comentan la actualidad con el móvil. Parecen Travolta y Samuel L. Jackson en un Pulp Fiction de ultras.

—El camarero me está puteando, no me trae la bebida.

¿Cómo 122 el PSOE? Esos que les votan toman setas. No me lo explico.

—¿Y tantos al PP? Esos no se acostumbran a que les digan las cosas claras.

—Nada, ese ni puto caso, nos vacila. No nos trae las cosas.

—Lo del PSOE. ¿Esa gente qué vota?

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