Caso Gürtel

Lo fingido verdadero

Hay un Luis A que simula no ser Luis B ni tener una vida y un partido en B

El extesorero del PP Luis Bárcenas, a su salida de la sede de la Audiencia Nacional.Emilio Naranjo (EFE)

Como Luis Bárcenas es fuerte, y más si se lo pide el presidente del Gobierno, ayer solo quedaba esperar en un desliz. Es un himalayista que fue al Everest, un tesorero que durante dos décadas puede llevar una caja B y la otra, la de verdad, o viceversa, sin hacerse un lío. Hay un Luis A y un Luis B, siendo el primero un tipo muy normal, el que ayer contestó con seguridad y un punto de ironía las preguntas de la fiscal. Solo los lapsus y los eufemismos dejaron asomar ese subconsciente en B. El mejor: “El dinero tenía una faja del Partido Popular, digo… je, je, del Banco Popular”. Luis B solo ap...

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Como Luis Bárcenas es fuerte, y más si se lo pide el presidente del Gobierno, ayer solo quedaba esperar en un desliz. Es un himalayista que fue al Everest, un tesorero que durante dos décadas puede llevar una caja B y la otra, la de verdad, o viceversa, sin hacerse un lío. Hay un Luis A y un Luis B, siendo el primero un tipo muy normal, el que ayer contestó con seguridad y un punto de ironía las preguntas de la fiscal. Solo los lapsus y los eufemismos dejaron asomar ese subconsciente en B. El mejor: “El dinero tenía una faja del Partido Popular, digo… je, je, del Banco Popular”. Luis B solo apareció en escena para reconocer la caja B del PP, los ‘papeles de Bárcenas’ publicados por EL PAÍS, pero como si fueran de otro, y la llamó de todas las maneras que se le ocurrieron menos por su nombre: contabilidad extracontable, extraoficial… Le faltó decir extratosférica.

También aclaró que los apuntes no tenían “ningún carácter finalista”, otro palabro para decir que eran donativos de pura generosidad, que no perseguían ningún fin, y así se aclaraba a los empresarios para que no se hicieran ilusiones. Solo era, explicó, para que pudieran decir luego que conocían al tesorero del PP, como “a un médico o un fontanero”, que en algún momento te puede “abrir una puerta”, aunque no puso como ejemplo a un cerrajero así que debía de referirse a otra cosa. Otro eufemismo fue “remanente”: Luis A siempre guardaba eso, un remanente de liquidez, 25.000, 30.000 euros de colchón al año, “porque he tenido un saldo importante toda mi vida”. La maravillosa vida en B de Luis A le permitía ir a esquiar, de viajes por el mundo y comprarse cuadros. También pedir un crédito de 330.000 euros y que se lo dieran los cinco días. Además, confesó, “la realidad es que yo no tengo gastos”, porque siempre le invitaban. “Sí, pero mire, es que de acuerdo con sus cuentas no consta casi ni una salida de efectivo de sus cuentas 2003 a 2012”, le inquirió la fiscal. Luis A le respondió que se equivocaba y ya está. La pregunta clave que le hizo varias veces Concepción Sabadell y que planeó durante toda la vista fue de dónde salía el dinero, que solo se explica con un Luis B. Los 47 millones que llegó a tener en Suiza son una B como una montaña de los Alpes. Pero Luis fue tan fuerte y tan de cemento armado que su tono monocorde era adormecedor. Fue una sesión aburrida. Apenas dejó fisuras para admitir equivocaciones en anteriores declaraciones o que se inventó cosas ante el Supremo. Al preguntarle por una mentirijilla a una inspectora de Hacienda, replicó que si no había dicho toda la verdad a un juez del Supremo no se la iba a decir a esa señora.

Sin embargo lo cierto es que, tras nueve años de caso Gürtel, fue su primera declaración ante un juez en persona y en directo. Hasta ahora España solo le había visto en vídeo desde prisión, en textos o incluso en una película, donde un actor hacía de Luis B, no del A, en una reconstrucción del interrogatorio en el que tiró de la manta. Se llamaba, de hecho, B, la película. Pero ayer era la versión para niños. Aunque hubo un episodio muy de serie B, más bien Z, cuando contó cómo el PP financió en 2004 con su caja B al diario Libertad Digital, que entonces propagaba la teoría de la conspiración del 11-M, otra versión B de la realidad.

Con tantos años de escándalo a todo el mundo ya le parece casi normal una caja B, y en cierto modo es verdad, porque en el PP lleva décadas siendo normal. La tuvo al menos desde 1990, con Álvaro Lapuerta y luego Bárcenas. Y ya hubo sospechas en la etapa anterior con el caso Naseiro, archivado porque no se admitieron las escuchas –con el famoso “yo estoy en política para forrarme”-, cuando el tesorero era Rosendo Naseiro. Y su predecesor entre 1982 y 1987 fue Angel Sanchís, que también estaba ayer en el banquillo acusado de ayudar a Bárcenas a blanquear capitales en Suiza. La verdad, así es difícil fingir que el PP ha sido un partido normal. Naseiro, curiosamente, luego se dedicó a las naturalezas muertas y es el experto en arte al que se confió Bárcenas cuando le dio por ser coleccionista. Hasta le vendió bodegones del Siglo de Oro que han terminado en El Prado, como un magnifico y contundente “Besugo”, a secas, de Bartolomé Montalvo. La valiosa colección de Naseiro acabó en el museo en 2006 con una exposición titulada Lo fingido verdadero. Que es justo lo que la fiscal sostiene que Bárcenas hizo con estos cuadros, simular compras para blanquear su fortuna en negro y, en general, a lo que se ha estado dedicando desde hace años, a fingir que es otro.

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