El presidente y el rayo verde

Algunos marinos y navegantes aseguran haber visto el rayo verde; una refracción de la luz que atraviesa la atmósfera en la puesta de sol o antes del amanecer. En 1882, Julio Verne publicó una novela con ese título en la que una pareja, Elena Campbel y Aristobulus Ursiclos, esperaban a ver juntos el rayo verde, para confirmar su amor y casarse.

El presidente del Gobierno en funciones decidió ayer que ya no merecía la pena esperar a Pedro Sánchez para que avisten juntos el rayo verde y este se abstenga en su investidura. En vez de hacerse a la mar, Mariano Rajoy prefirió navegar por un l...

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Algunos marinos y navegantes aseguran haber visto el rayo verde; una refracción de la luz que atraviesa la atmósfera en la puesta de sol o antes del amanecer. En 1882, Julio Verne publicó una novela con ese título en la que una pareja, Elena Campbel y Aristobulus Ursiclos, esperaban a ver juntos el rayo verde, para confirmar su amor y casarse.

El presidente del Gobierno en funciones decidió ayer que ya no merecía la pena esperar a Pedro Sánchez para que avisten juntos el rayo verde y este se abstenga en su investidura. En vez de hacerse a la mar, Mariano Rajoy prefirió navegar por un largo y tedioso río, parando en cada meandro y sin ninguna urgencia por llegar al agua salada. Es como si no tuviera prisa por cerrar este capítulo hasta después del 25 de septiembre, una vez que se aclare la situación política en Galicia y en el País Vasco y los barones socialistas puedan replantear su posición.

El discurso de Rajoy más parecía un tema, de 80 minutos, de la oposición a registrador de la propiedad que una propuesta capaz de ilusionar a nadie para subirse a su barco. Empezó y acabó bien, pero la hora central fue una intervención plana, sin interés, ni alma.

Tiene razón el presidente cuando explica que se presenta a la investidura porque España necesita un Gobierno con urgencia, porque los españoles han elegido al PP y porque no hay otra alternativa. También tiene razón cuando asegura que todos los grupos son corresponsables de que haya o no unas terceras elecciones.

Pero si tienes 137 diputados propios, has conseguido otros 33 y te faltan seis votos a favor o 11 abstenciones, hay que esmerarse un poco, ponerle más pasión al asunto y, por supuesto, hacer autocrítica (aunque sea solo un poco). Los cinco o siete pactos de Estado que ofreció el candidato más parecían la lista de la compra que una propuesta ilusionante para nadie. Ni siquiera sus socios de investidura salieron satisfechos con la intervención de Mariano Rajoy.

Donde sí hubo sorpresa, incluso algo de pasión (a la gallega, pero pasión al fin al cabo), fue en la defensa de la Constitución, de la unidad nacional y de la igualdad de todos los españoles ante el intento secesionista catalán. Fue una buena aportación a otro debate que se reiniciará el próximo 11 de septiembre en Cataluña. La pena es que el presidente lo planteara como un preámbulo por ofrecer un nuevo modelo de financiación autonómica, en vez de proponer una subcomisión para reformar la Constitución. A lo mejor, eso ayudaría a vislumbrar el rayo verde.

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