Lo nuevo llega, lo viejo no se va

Podemos corrige el pecado original: su mayor sentido es contra el poder y canta “sí se puede” para obtenerlo

Pablo Iglesias celebra los resultados electorales.Bernardo Pérez

Lo nuevo ha llegado al Congreso y lo viejo se ha quedado dentro. España no es otra, como dijo anoche Errejón: es la misma pero más escrupulosa en la convivencia. Exige a los partidos una altura perdida desde la Transición (al final era verdad que venía otra, si bien más cómoda): finezza y diálogo. España no es otra, pero los españoles han exigido a sus representantes lo que se ha ido perdiendo en estas tres décadas: política.

Los resultados han dicho que si se consigue un Gobierno estable el país será mejor; si nadie s...

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Lo nuevo ha llegado al Congreso y lo viejo se ha quedado dentro. España no es otra, como dijo anoche Errejón: es la misma pero más escrupulosa en la convivencia. Exige a los partidos una altura perdida desde la Transición (al final era verdad que venía otra, si bien más cómoda): finezza y diálogo. España no es otra, pero los españoles han exigido a sus representantes lo que se ha ido perdiendo en estas tres décadas: política.

Los resultados han dicho que si se consigue un Gobierno estable el país será mejor; si nadie se entiende y todos se refugian en la ortodoxia, el sistema colapsa. Han confirmado que el bipartidismo es un edificio de renta antigua: viejo y a buen precio, imposible de evacuar sólo con espantaviejas.

A su erosión han contribuido movimientos de reacción: dos fuerzas políticas que han aparecido primero para cubrir una demanda urgente (intentar taponar el independentismo en el caso de Ciudadanos; corrupción en el de Podemos), y que después se han asentado en tiempo récord para aparecer como partidos de Gobierno.

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Podemos es el triunfador de las elecciones; tanto es así que ayer se dio el lujo de sacar a Monedero a disfrutar de los últimos minutos como una de esas glorias que no suman pero dan las mejores vueltas al campo. El partido es fruto de una contradicción: su mayor sentido es contra el poder y canta “sí se puede” para obtenerlo. A limar eso ha dedicado, con incorporaciones y movimientos que han probado la paciencia de sus votantes, los últimos meses. Con éxito: los partidos también se hacen así, con microsuresnes, con microotanes.

La ideología ha estado presente en Podemos con una discusión asentada en emociones arriesgadas, tanto las esperanzadoras como las nocivas; en Ciudadanos ha sido un agente elusivo, algo que no tocar mucho salvo en asuntos elegidos electoralmente.

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Podemos ha hecho política sin protección; Ciudadanos siempre se esforzó en ser el cambio con profiláctico: no hay enfermedad, pero tampoco gemelos.

Podemos ganó a su rival del eje viejo/nuevo y le enseñó los dientes al de izquierda/derecha, el PSOE. Sus diputados son la consecuencia de una época. Una en la que España, por decepción o indignación, no sólo no es otra sino que se parece más a sí misma.

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