Negro, beige, gris y caoba

A pocos políticos le han dado, dan y darán tanta estopa por cualquier cosa como a Alicia Sánchez-Camacho

Alicia Sánchez Camacho, fotografiada en una calle de Barcelona.GIANLUCA BATTISTA

Para mí el PSC es como ese teléfono de una ex que nunca borras del móvil. Y no lo haces porque sabes que acabarás llamando. Que no deberías. Que te arrepentirás al día siguiente. Que ya no tenéis futuro pero es que hubo un tiempo en que aquello, bueno, ya me entiendes. Quise cubrir su primer acto de campaña en Badia del Vallés (BCN) pero me equivoqué con los horarios.

El viaje no fue en vano. Asistí a un pica-pica de militantes de base y descubrí el arco cromático de mi madre: negro, beige y gris.Al día siguiente, lo intenté con un teléfono que nunca tuve en el móvil. Mercado al aire li...

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Para mí el PSC es como ese teléfono de una ex que nunca borras del móvil. Y no lo haces porque sabes que acabarás llamando. Que no deberías. Que te arrepentirás al día siguiente. Que ya no tenéis futuro pero es que hubo un tiempo en que aquello, bueno, ya me entiendes. Quise cubrir su primer acto de campaña en Badia del Vallés (BCN) pero me equivoqué con los horarios.

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El viaje no fue en vano. Asistí a un pica-pica de militantes de base y descubrí el arco cromático de mi madre: negro, beige y gris.Al día siguiente, lo intenté con un teléfono que nunca tuve en el móvil. Mercado al aire libre. Bellvitge, L’Hospitalet de Llobregat. Esperando a Alicia Sánchez-Camacho. ¿Qué hay en la cabeza y el corazón de esa mujer? Mantengo que su grado de autoestima supera cualquier estándar.

A pocos políticos le han dado, dan y darán tanta estopa por cualquier cosa. Ahora la veo enfrentarse a micros y cámaras sabedora de lo que piensan los cerebros que manejan esos micros y cámaras. Y lo que piensan no mola. Pero ella les perdona. Y seguro que, en las largas noches de invierno, piensa en ellos y les quiere. Para la mayoría de catalanes lo que Camacho, sus ideas o lo que representa no nos llena de buenos sentimientos.

Y por eso, alguna gente al pasar y reconocerla, al lado de micros y cámaras, sueltan cosas como “uf, la del PP”, “ni caso: es é-s-a” o esa pareja de ancianas que huyen a ritmo de bachata-rap“vámonos, vámonos, vámonos”. Ahí está, bronceada, bilingüe, tratando de generar optimismo, difundir la idea que la vida son hechos y no entelequias y experimentos. Pero habla con altavoz.Es un día de trabajo, no de búsqueda personal, ¿qué me esperaba yo? Exhibe convicción de profeta apocalíptico. Despiste de soldado japonés perdido en la selva. Pero lo que me enternece de Alicia Sánchez-Camacho es ese salir llorada de casa. Y eso genera también su cariño. Que es lo que, supongo, siente esa gente que la espera en el tenderete de recogida de alimentos del PP.

Media de edad alta, pantalones de pana, tonos negros, beige, grises ya conocidos, chavales que no deben ser muy fans ni de Iniesta, algún hermano de Earl y señoras siempre enojadas, islas de Perejil pertrechadas con carrito Mesala.Una abuela la abraza y le espeta “me voy a gobernar contigo” y otra, con TDAH [hiperactividad] no diagnosticado busca su atención. Su color de pelo me retrotrae a los muebles del comedor de mis padres. Señora Caoba se convierte en la sombra de Alicia dedicándose a replicar con amargura a cualquier cosa que le pregunten. No tiene precio como frontón.

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Cuando Sánchez-Camacho se desliza en plan cinta de aeropuerto hacia las paradas ambulantes topa con una fuerza viva del barrio. El presidente de la Asociación de Petanca Socialista. Éste la invita a una partida y dice que se ha jugado una comida con Pedro Sánchez. Alicia sabe qué hacer con eso —ganar y petanca es una bicoca como réplica— pero Señora Caoba desenfunda antes. “Ése, ni a la petanca. No como Rajoy, que hasta ganó al futbolín al Bertín”. Tiene suerte Donald Trump que Señora Caoba viva en Bellvitge y no en Iowa. 

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