Propósitos comunes, vías distintas

El ritmo, trepidante. El abanico de propuestas, denso. Y los pellizcos cruzados, frecuentes. Eso sirvió a los tres tenores para marcar perfil ante el resto. Para subrayar discrepancias.

Eso es útil para todos. Pero al votante/lector también nos interesa la otra cara de la luna: ¿hay trama de ideas comunes, aunque la urdimbre de cada uno sea muy distinta?

Destacaron varios propósitos económico-sociales —si no propuestas— bastante compartidos por el trío. El principal fue compensar la desigualdad rampante: completar desde el presupuesto a los desprotegidos que nada cobran o apenas....

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El ritmo, trepidante. El abanico de propuestas, denso. Y los pellizcos cruzados, frecuentes. Eso sirvió a los tres tenores para marcar perfil ante el resto. Para subrayar discrepancias.

Eso es útil para todos. Pero al votante/lector también nos interesa la otra cara de la luna: ¿hay trama de ideas comunes, aunque la urdimbre de cada uno sea muy distinta?

Destacaron varios propósitos económico-sociales —si no propuestas— bastante compartidos por el trío. El principal fue compensar la desigualdad rampante: completar desde el presupuesto a los desprotegidos que nada cobran o apenas. Uno propone el sistema de garantía de ingresos; otro, el ingreso vital mínimo; el tercero, un complemento salarial básico. Cada fórmula se concreta de forma distinta, pero las tres son muy similares.

Otros elementos comunes fueron la propuesta de retorno de los cerebros fugados; la urgencia de un pacto nacional de educación; la lucha contra la precariedad laboral (pero no en cómo instrumentarla); las políticas activas de empleo. Es decir, algunos de los objetivos de gasto encontraron paisaje común. Pero nada claro quedó con qué se financiarían esas y otras propuestas. El terreno común —según, además, proclaman los capítulos económicos de sus tres programas— sería la lucha contra el fraude fiscal. Ahora bien, en el detalle de las réplicas y dúplicas bailó el diablo de su inconcreción.

En las otras fórmulas recaudatorias, donde brilla más lo ideológico, hubo falta de sintonía, cuando no clara y lógica divergencia: Albert, en liberal, prometió menos impuestos; Pablo, en intervencionista, muchos más; Pedro, un intermedio socialdemócrata.

Rivera resultó incisivo al priorizar dos o tres propuestas en cada apartado y en su lenguaje más suelto, haciendo digerible la siempre adusta disciplina económica. Sánchez amplió el abanico de sus propuestas, pero a costa de descrestar el énfasis en cada una. E Iglesias fue fiel a su trazo de enmiendas a la totalidad, modulando esta vez el tono. Los tres desplegaron buen desempeño ¿pero cada uno, sobre todo, para su público?

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Pero el trío mereció suspenso absoluto por no mentar a la UE ¡en unos asuntos económicos y sociales en los que el 80% de las decisiones se construyen en complicidad entre los 28 socios! Raro, porque si a cualquiera de los tres le toca poltrona, lo primero que deberá hacer es aumentar en 10.000 millones los ingresos presupuestaros (o rebajar los gastos, o parte de cada cosa), según Bruselas le tiene advertido al Gran Ausente.

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