Margallo intenta recuperar “el tiempo perdido” por España en el sudeste asiático

El ministro visita Filipinas, Vietnam y Malaisia acompañado por una delegación empresarial

El ministro español de Asuntos Exteriores y de Cooperación con su homólogo filipino, Albert del Rosario.J.J. Guillen (EFE)

Tras conocer la muerte de Adolfo Suárez, con el que compartió los inicios de su carrera política –es el único miembro del Gobierno que fue diputado por UCD en las primeras Cortes democráticas-- el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo, decidió mantener su agenda en Filipinas. “Seguramente es lo que él hubiera querido”, dijo el ministro, tras glosar la ...

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Tras conocer la muerte de Adolfo Suárez, con el que compartió los inicios de su carrera política –es el único miembro del Gobierno que fue diputado por UCD en las primeras Cortes democráticas-- el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo, decidió mantener su agenda en Filipinas. “Seguramente es lo que él hubiera querido”, dijo el ministro, tras glosar la “extraordinaria talla política” y la “generosidad intelectual y moral sin límite” del timonel de la transición.

Margallo tiene motivos para no regresar precipitadamente a España. Su viaje a Filipinas –primera etapa de una gira que le llevará también a Vietnam y Malaisia—constituye un intento por “recuperar el tiempo perdido” para las empresas españolas en una de las zonas de mayor dinamismo económico del mundo.

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Estos tres países forman parte de la Asean (Asociación de Naciones del Sudeste Asiático), un mercado de 580 millones de consumidores inmerso en un proceso de supresión de aranceles internos que además ha firmado acuerdos de libre comercio con Japón, Corea del Sur y China.

La antigua colonia es la mejor puerta de entrada para que las empresas españolas desembarquen en este inmenso mercado. La huella hispana –que aún se evidencia en los apellidos, la religión católica o la reintroducción del español en los institutos como asignatura optativa—y la cooperación constituyen una buena tarjeta de visita. Filipinas sigue siendo uno de los países prioritarios de la menguada ayuda española al desarrollo. Entre 2005 y 2012 recibió 190 millones de euros y, aunque el acuerdo marco 2014-17 que se ha firmado con motivo del viaje es mucho menos ambicioso (50 millones en total), España se ha volcado ante desastres naturales como el supertifón Yolanda, que en noviembre pasado dejó casi 8.000 muertos y desaparecidos. Preparar al país para este tipo de catástrofes es uno de los objetivos de la cooperación española, que ha creado un centro logístico en la antigua base estadounidense de Clark que el martes inaugurará el ministro.

Pero no todo es altruismo en la relación con Filipinas. Margallo viaja acompañado por una docena larga de empresarios con el objetivo de impulsar las relaciones económicas bilaterales, aun modestas: unos 600 millones de dólares de intercambio comercial y 45 de inversiones. Las firmas extrajeras tropiezan con una legislación que les obliga a ceder al socio local el 60% de la compañía y, por tanto, su control.

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No obstante, la extensión del metro de Manila, la construcción de una autopista al sur de la capital o la ampliación del aeropuerto de Cebú son algunas grandes inversiones por las que pugnan empresas españolas de ingeniería y construcción. Por su parte, el astillero público Navantia aspira a construir dos fragatas –en realidad, patrulleros oceánicos, similares a los vendidos a Venezuela-- por 300 millones de euros. Las disputas por el control del mar del sur de China, que enfrentan a Pekín con sus vecinos, han llevado a varios países, incluido Filipinas, a reforzar sus armadas.

Margallo ha comenzado la jornada con una intervención ante un centenar de empresarios españoles y filipinos en el Makati Bussiness Club, donde ha defendido la recuperación de la economía española, y ha sido recibido por el presidente Benigno Aquino (hijo del mártir de la resistencia contra el dictador Marcos y de la expresidenta Cory Aquino), el ministro de Comercio e Industria, Gregory Domingo, y por el ministro de Exteriores, Albert del Rosario

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