Análisis

Antología de la omisión

El promotor de la fiesta tendrá que desfilar ante el juez (con la cárcel acechándole) para explicarse

El fallecimiento, este jueves, de María Teresa Alonso (20 años), eleva a cinco los homicidios por imprudencia que ya tiene el juez Eduardo López Palop sobre su mesa. Y, junto a ellos, una maraña de sospechosos que buscan desesperados la impunidad. Incluso mintiendo, como ha hecho el organizador de la fiesta, Miguel Ángel Flores. ...

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El fallecimiento, este jueves, de María Teresa Alonso (20 años), eleva a cinco los homicidios por imprudencia que ya tiene el juez Eduardo López Palop sobre su mesa. Y, junto a ellos, una maraña de sospechosos que buscan desesperados la impunidad. Incluso mintiendo, como ha hecho el organizador de la fiesta, Miguel Ángel Flores. Pero las matemáticas y las cámaras de seguridad, fieles testigos del rigor, han desbaratado coartadas.

Por segunda vez, tendrá que desfilar Flores ante el juez (con la cárcel acechándole) para explicarse. ¿De qué mendaz chistera se sacó que una marabunta de jóvenes “superborrachos” irrumpió a las bravas en el pabellón, colapsó la pista central y detonó la estampida mortal? En realidad, la pregunta, sería otra: ¿A qué mente se le ocurrió guiar directamente hacia la pista central, atestada de personas, a una riada de jóvenes procedentes de la calle momentos antes del inicio del espectáculo estrella? ¿A Flores? ¿Al jefe de seguridad del pabellón?...

Su segunda mentira, es decir, que solo vendió 9.650 entradas, también se ha evaporado. Porque, o Flores no contó bien las entradas o quien se las contó le birló más de un tercio de la taquilla. Las 9.650 entradas que, según él, vendió distan mucho de las 16.791 que contabilizó la comisión judicial (y que revelan el brutal exceso de aforo).

La noche de Halloween en el Madrid Arena fue todo menos un espectáculo musical. Fue un símil antológico de dejaciones y omisiones, de las que ahora todos huyen en desbandada, con el típico yo-no-he-sido, pero de las que pocos escapan. Aquí nadie mató adrede, pero algunos sucumbieron al goloso dinero del taquillaje sin advertir el ojo avizor de la muerte.

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