La tensa espera del ministrable

Los pasillos del Congreso acogen quinielas sobre la composición del nuevo Ejecutivo

Mariano Rajoy rodeado de algunos ministrables.ULY MARTÍN

“Dejadme, que no sé nada”. “Te juro que no nos ha dicho nada”. “En serio, solo lo sabe él”. Tres diputados del PP, uno de ellos habitual en las quinielas sobre el futuro Consejo de Ministros, recurrían a las evasivas para sortear en los pasillos del Congreso a los periodistas, que preguntaban con insistencia sobre los hombres y mujeres del Ejecutivo popular. A falta de carnaza en el hemiciclo, donde a primera hora de la mañana Josu Erkoreka (PNV) pedía a ...

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“Dejadme, que no sé nada”. “Te juro que no nos ha dicho nada”. “En serio, solo lo sabe él”. Tres diputados del PP, uno de ellos habitual en las quinielas sobre el futuro Consejo de Ministros, recurrían a las evasivas para sortear en los pasillos del Congreso a los periodistas, que preguntaban con insistencia sobre los hombres y mujeres del Ejecutivo popular. A falta de carnaza en el hemiciclo, donde a primera hora de la mañana Josu Erkoreka (PNV) pedía a Mariano Rajoy mano izquierda con los presos, y los 185 diputados del PP hacían tiempo para la votación de su líder, la atención se ha trasladado a los pasillos.

En ellos, paseando amistosamente se ha visto a la popular Celia Villalobos y al abertzale Xabier Mikel Errekondo en una conversación que terminaba con una sonora sentencia por parte de la vicepresidenta de la Mesa del Congreso: “Nuestra decisión es inapelable”, aseguraba la andaluza justificando la negativa del PP de que Amaiur tenga grupo propio en el Congreso. La parlamentaria se quejaba tras el encuentro de la altura del abertzale, ex jugador de balonmano. “La próxima vez espero hablar con uno más pequeño, como mi chico”.

Sobre las moquetas del Congreso, el ministro de Fomento en funciones, José Blanco, charlaba sonriente con periodistas y diputados socialistas. Cerca pero sin tocarse, Federico Trillo (PP), Pere Macías (CiU) o Elvira Rodríguez (PP) se desplazaban por un pasillo atestado de periodistas, asesores e invitados. Y también de pequeños corrillos, como el que ha formado la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, o el extremeño Carlos Floriano. Y de grandes aglomeraciones, como la que ha provocado el portavoz de CiU en el Congreso, Josep Antoni Duran i Lleida, al anunciar que votaría en contra en la investidura de Rajoy. Su compañero de partido, Josep Sánchez Llibre ironizaba con una media sonrisa sobre el liderazgo del futuro presidente del Gobierno. “Voy a escuchar al líder”, decía al cruzar la puerta del hemiciclo.

Aparentemente despistado, el ministrable de Economía Cristóbal Montoro se apresuraba cabizbajo por el pasillo. “¿Cómo es que habéis venido tantos?, ¿Qué pasa?”, ironizaba entre apretujones antes de la votación.

A las 13.00 horas llegó la solemnidad. Se cerraron las puertas. Se esfumaron los corrillos. Arrancó la votación. El candidato se convirtió en presidente pero siguió sin desvelar su Gobierno. “Mañana por la tarde”, prometió el conservador con un gesto de calma.

En paralelo, las figuras emergentes de su partido -Alfonso Alonso, Álvaro Nadal o Soraya Sáenz de Santamaría- apelaban con sus gestos a la felicidad del momento. “Por fin”, decía el portavoz parlamentario del PP. “El signo de los tiempos”, añadía otro. Al otro lado, un diputado del núcleo duro de Génova le confesaba a una tertuliana partidaria del PP: “Enhorabuena, lo hemos conseguido”.

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