ALMUERZO CON... GLÒRIA PÉREZ-SALMERÓN

“Yo no necesito coche oficial”

La directora de la Biblioteca Nacional prepara los actos del tricentenario

Glòria Pérez-Salmerón. CLAUDIO ÁLVAREZ

La cosa empieza bien. Llega en taxi y durante el aperitivo en la barra, vinito blanco y croquetas, lanza una preocupación divertida y alarmada: “He venido en el taxi leyendo la última página de hoy y veo que no han comido nada. Yo tengo un hambre...” Despejadas las dudas, Glòria Pérez-Salmerón (Barcelona, 1958) dice que ha elegido este lugar, una clásica tasca madrileña, porque fue aquí donde celebró con una compañera su nombramiento como directora de la Biblioteca Nacional, hace justo un año.

Se mueve con soltura en este ambiente de taberna. “Claro, mis padres tenían un restaurante fam...

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La cosa empieza bien. Llega en taxi y durante el aperitivo en la barra, vinito blanco y croquetas, lanza una preocupación divertida y alarmada: “He venido en el taxi leyendo la última página de hoy y veo que no han comido nada. Yo tengo un hambre...” Despejadas las dudas, Glòria Pérez-Salmerón (Barcelona, 1958) dice que ha elegido este lugar, una clásica tasca madrileña, porque fue aquí donde celebró con una compañera su nombramiento como directora de la Biblioteca Nacional, hace justo un año.

Se mueve con soltura en este ambiente de taberna. “Claro, mis padres tenían un restaurante familiar en la zona industrial de Badalona. De niña, en vacaciones me iba con mi padre a las seis de la mañana al mercado para decidir los alimentos que mi madre cocinaría ese día. Allí fue donde aprendí a relacionarme con la gente, con los obreros que iban a menú y con los patronos que comían a la carta”. De aquella época le queda la pasión por cocinar y comer. Tan es así que su casa de Badalona era conocida en el pueblo como El Hostal de Gloria, un lugar donde los arroces de pescado o conejo, nunca mezclados, o los asados al horno, cocinados por ella misma, eran famosos entre sus amigos.

Bibliotecaria de profesión, especialista en la gestión de bibliotecas, funcionaria de la Diputación de Barcelona, casada hace 32 años y madre de tres hijos ya mayores, Glòria Pérez-Salmerón lleva un año en Madrid al frente de la Biblioteca Nacional, una institución que venera y admira y que celebrará el próximo mes de diciembre su tricentenario. Ha encontrado en Madrid —“una ciudad que me ha arropado y atrapado”— una sensación de libertad “increíble”. Ha conocido lo que es estar dedicada al 100% al trabajo, sin ocupaciones domésticas. Los fines de semana se tira a la cocina y los amigos.

Desde el primer momento, tiene claro la ensalada de pimientos que tomó la única vez que estuvo aquí y recuerda con placer. Finalmente, para probar de todo, se organiza una comida compartida.

Llegó a la Biblioteca tras la devaluación de la categoría administrativa, algo que no preocupa en exceso a la nueva responsable. “La fuerza de la Biblioteca, la institución más antigua en España, está por encima de los cambios en el organigrama”. “No necesito coche oficial, lo tengo cuando me hace falta, con eso me basta. Veo mal que salgan cuatro coches oficiales de un mismo ministerio para dirigirse al mismo lugar”.

Tiene muchos retos por delante esta mujer a la que le gusta dirigir más que mandar y que vive como un sueño y una gran suerte —“nací con la luna llena de pascua”— estar al frente de esta institución que posee millones de tesoros incalculables y que cuenta con un presupuesto muy ajustado (42 millones de euros este año). Convencida de que la “suma es la clave del éxito”, Pérez-Salmerón quiere lograr de puertas adentro una efectiva comunicación transversal y direccional entre los distintos equipos. “La Biblioteca debe ser un laboratorio de innovación en cuanto a información y comunicación”, asegura. Lucha porque sea totalmente accesible, —“quiero que se pueda acceder a ella desde cualquier artilugio que uno lleve en el bolsillo”—.

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Solo quiere café. “¡Lo que hemos comido!”, exclama. Sale de nuevo hacia la Biblioteca, andando calle abajo, donde le esperan los preparativos del tricentenario. Ya le ha buscado su propio lema: “La Biblioteca Nacional es tuya”.

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