Pedro Zuazua lee: ‘La mirada de Unzué'
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Hola, soy Pedro Zuazua, director de comunicación de EL PAíS. Escribí este artículo tras leer el libro donde el ex deportista Juan Carlos Unzué narra su experiencia como enfermo de ELA.
En su etapa como futbolista, a Juan Carlos Unzué —exportero del Osasuna, Barcelona, Sevilla, Tenerife y Oviedo— lo miraban por la calle y lo saludaban. Después, en su período como técnico, algún hincha despistado podía preguntarse quién era aquel hombre que tanto reía y que tanto le sonaba. Hoy, a Juan Carlos Unzué ya no lo miran. Lo observan. Tiene Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA) y siente cómo la gente necesita saber cómo avanza su enfermedad y cómo le afecta en su día a día. No es morbo. Es curiosidad y preocupación.
Pero antes de salir de casa, él ya ha hecho el ejercicio. Se ha colocado frente al espejo de María, su mujer, para observarse como le observan a él los demás. Para comprobar cómo avanza la enfermedad. Para saber que su valentía y su simpatía siguen ahí. Para mirarse a sí mismo y a su actitud ante la enfermedad.
Así arranca Una vida plena (geoPlaneta), el libro escrito a seis manos por los periodistas Ramon Besa, Marcos López y Luis Martín, y cuyos beneficios irán destinados a la Fundación Luzón. Con la participación de Unzué y la de varios excompañeros, dibujan un perfil de una persona principalmente alegre y valiente, dinámica e innovadora, resistente y generosa. Luis Enrique, por ejemplo, recuerda que, cuando salían a entrenar con la bici, tenía que pedirle que parara: “aquello era una locura. No podíamos salir a entrenar de forma tranquila ni un solo día […]Cuando empezamos a salir con más gente yo me ponía atrás, protegido para que no me diera mucho el aire, y él se destacaba para ir siempre el primero, dar relevos a todo el mundo, como si fuera un depósito de energía del que chupábamos todos”.
Más allá de la intensidad certera del relato, de la buena pluma y de lo bien que cuenta la historia de Unzué, hay en el libro una parte importantísima de divulgación y defensa de la investigación científica y de la labor de los profesionales sanitarios. En el capítulo El paciente 0016512530 la narración invita al lector a pasar una jornada en el hospital. Y saludar a Andrea, “la mejor enfermera del mundo”, o compartir un rato con Covadonga, otra paciente, o entender cómo funciona la medicina y qué se siente cuando se entra en ese cuarto por el que nadie tiene la certeza de que no pasará. Un testimonio de plenitud y entereza. Un texto de elogio de la vida en el momento en el que todo empieza a derrumbarse.