Callar, callar, callar
Para qué hablar, y de qué, sin parecer débil, egoísta, cansado. Y querer gritar
Callar por el qué dirán. Callar porque de qué protestas. Callar porque siempre estás con lo mismo y otros están peor. Callar porque los otros, que son más, también callan y no se lamentan. Callar porque mostrar tus flaquezas te hará vulnerable. Frágil. Porque a nadie le interesa. Callar por no quejarse. Por no parecer débil. O cobarde. Por cansancio. ...
Callar por el qué dirán. Callar porque de qué protestas. Callar porque siempre estás con lo mismo y otros están peor. Callar porque los otros, que son más, también callan y no se lamentan. Callar porque mostrar tus flaquezas te hará vulnerable. Frágil. Porque a nadie le interesa. Callar por no quejarse. Por no parecer débil. O cobarde. Por cansancio. Callar porque para qué hablar, y de qué.
Callar porque agota siempre el mismo tema, que nada es tan relevante. Tampoco tú. Callar porque el egoísmo no está bien. Callar por miedo a convertirte en la persona que siempre le anda contando a los demás sus problemas, como si ellos no los tuvieran. Callar por miedo a que te tomen como quien, aunque no quiera, acaba repartiendo sus desasosiegos. Por miedo a ser quien no querías llegar a ser. Callar por miedo, que es libre y a menudo inexplicable. Pero es.
Callar por hartura. Callar por si no te entienden, por si te dicen lo que ya sabes que te van a decir. Por si te preguntan cómo es que estás así —ni bien ni mal, a veces en un vacío— si lo tienes todo, si no sabes la suerte que tienes de tener lo que tienes. Y tú lo sabes, claro, y hasta lo celebras, pero esto es otra cosa que cómo les vas a explicar si no lo entiendes ni tú. Por eso callas: porque no lo entiendes. Y por si no lo entienden, que sería peor. Por si te dicen que sí, o si te dicen que no. Por si no saben lo que tienen que decirte y a tu vacío sumas el suyo, y para eso no habrías abierto la boca.
Callar porque todo pasa y esto, que no se pasa, también pasará, aunque si todo pasa nada importa. Da igual. Callar porque tú te hablas a ti distinto a como les hablas a los demás, porque ojalá supieras aplicar para ti lo que les aconsejas a ellos, que te escuchan e incluso te hacen caso. Contigo es distinto, porque tú te conoces y sabes cuánto te estás mintiendo. Callar por eso, por no mentir. Ni mentirte. Por no perder el tiempo y por si no vale la pena. Callar, en fin, por si no hay más remedio, aunque contengas las ganas de echarte a los gritos y vivir sin esa angustia. De vivir de otra manera.