En busca de un lugar para la Unión Europea en el mundo

Hay que elegir entre un mundo bipolar, de democracias contra autocracias, o multipolar, apostando por una voz propia. Quizá lo más lógico es cerrar filas con las democracias y frenar, desde dentro, los instintos más extremos

El canciller alemán, Olaf Scholz, y el presidente de Francia, Emmanuel Macron, el día 29 en un momento de la cumbre de la OTAN celebrada en Madrid.Luis Sevillano (EL PAÍS)

Conviene, de entrada, no autoengañarse. Es este un mundo crecientemente incómodo para la Unión Europea. Para un grupo de países que cree en un orden internacional basado en derecho e instituciones y ve zarandeado y pisoteado por la ley global de la fuerza lo poco de eso que había. Para una potencia comercial que sufre la disrupción de las cadenas de suministro internacionales. Para una potencia normativa que asiste a una segmentación del mundo. Para unas sociedades en gran medida aversas a la dimensión militar, y en declive demográfico, que observan un escenario global cada vez más propenso a ...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Conviene, de entrada, no autoengañarse. Es este un mundo crecientemente incómodo para la Unión Europea. Para un grupo de países que cree en un orden internacional basado en derecho e instituciones y ve zarandeado y pisoteado por la ley global de la fuerza lo poco de eso que había. Para una potencia comercial que sufre la disrupción de las cadenas de suministro internacionales. Para una potencia normativa que asiste a una segmentación del mundo. Para unas sociedades en gran medida aversas a la dimensión militar, y en declive demográfico, que observan un escenario global cada vez más propenso a la confrontación. Para un territorio energéticamente muy dependiente, y con los suministradores en las antípodas políticas. Esto es lo que hay. Y es ahí donde hay que situarse.

Nada de eso nos aboca necesariamente a una época decadente, pero todo ello nos obliga a tomar decisiones duras, y con rapidez. En resumen, se trata de decidir en qué punto exacto del tablero mundial colocarse. No hay duda de que tendrá que ser cerca de otras democracias, con las cuales, con todos los errores y decepciones, compartimos inalienables valores. ¿Pero hasta qué punto? ¿Hasta dónde alinearse con Estados Unidos? ¿A partir de dónde construir una voz propia, diferente?

Las cumbres del G-7 y la OTAN celebradas en los días pasados han exhibido un alto grado de cohesión. Pero es evidente que, detrás del necesario mensaje unitario ante la brutal agresión rusa, hay miradas diferentes. No todas las democracias, por ejemplo, se sitúan en la misma longitud de onda con respecto a qué posición tomar ante China. En un extremo, la dureza de EE UU, para el que China es el gran competidor estratégico; en el otro, países europeos —como Alemania— más propensos a la interacción.

La UE ha aspirado históricamente a un orden multilateral, con un amplio pluralismo de sujetos representados en la mesa de instituciones internacionales que afrontan las cuestiones a través del diálogo y el derecho. Pero eso no va a poder ser. Más bien hay que elegir entre uno bipolar —grandes democracias versus grandes autocracias—; u otro multipolar —con EE UU por un lado; la UE, cerca, pero en un lugar propio; China por otro; Rusia, cerca de Pekín, pero no en simbiosis—. Cuanto más cohesionado el club de las democracias, más cohesionado será, probablemente, el de las autocracias. Y viceversa.

¿Qué es más acorde a nuestros intereses? ¿Y a nuestros valores? Toda respuesta es legítima, pero algunas premisas tienen poco debate posible. Uno: negarse a suministrar armas a Ucrania para que se defienda se parece mucho a abandonar a su suerte a una mujer agredida por un matón que no tiene ninguna intención de negociar y parar. Dos: pertenecer a la OTAN es un seguro de vida, y algunos sustancialmente no han pagado la cuota y han chupado del bote. Que haya quienes piensen que, por su situación territorial, no necesitan el seguro es tan miope como olvidar que pertenecemos a una comunidad de valores por la que un golpe en un lugar es un golpe a todos y, además, que de ciertos polvos vienen grandes lodos. Si no hubiese la OTAN, ¿alguien se atreve a descartar un ataque de Putin a los bálticos? ¿Hubiese la UE defendido a los bálticos? Tres: confiar en las buenas intenciones de países como Rusia o China es una ingenuidad.

Hay que decidir dónde situarse. Probablemente, el lugar más lógico es en el bando democrático de forma inequívoca, preparándose para lo peor, demostrando unión entre democracias hacia fuera, y moderando desde dentro de ese bando los impulsos reactivos más extremos.

Sobre la firma

Más información

Archivado En