El obispo de Huelva y el don de la oportunidad

Colea la polémica por el sermón del prelado onubense pidiendo a los votantes cristianos atención a los principios de la Iglesia

El obispo de Huelva, Santiago Gómez Sierra, durante la misa celebrada en El Rocío (Huelva).Julián Pérez (EFE)

Durante una cena en la recién celebrada Feria de Jerez, una pareja cuenta la historia del dueño de una venta cercana con fama de espabilado que, en cuanto intuye que el cliente de ocasión dispone de posibles, intenta mejorar de una tacada su cuenta de resultados. En el caso de que la víctima, al recibir la factura, se queje al camarero, el dueño lo atiende personalmente y, sentado a su lado como si fueran viejos amigos, le refiere una anécdota en forma de parábola: “Mire, un día vino por aquí un obispo y pidió unos huevos fritos con patatas. A la hora de pagar, se quejó del precio elevado y me...

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Durante una cena en la recién celebrada Feria de Jerez, una pareja cuenta la historia del dueño de una venta cercana con fama de espabilado que, en cuanto intuye que el cliente de ocasión dispone de posibles, intenta mejorar de una tacada su cuenta de resultados. En el caso de que la víctima, al recibir la factura, se queje al camarero, el dueño lo atiende personalmente y, sentado a su lado como si fueran viejos amigos, le refiere una anécdota en forma de parábola: “Mire, un día vino por aquí un obispo y pidió unos huevos fritos con patatas. A la hora de pagar, se quejó del precio elevado y me dijo con esa voz meliflua que gastan los del ramo:

—Disculpe, ¿es que escasean los huevos por aquí?

Y yo le respondí: ‘No, monseñor, lo que escasean por aquí son los obispos”.

No se descarta que el obispo en cuestión fuera el de Huelva y, aprendida la mundana lección en carne propia, se plantara el otro día en El Rocío dispuesto a ser él quien diera la estocada. La ocasión nunca la habían pintado tan calva. En una época de iglesias con eco y monjas de importación, monseñor Gómez Sierra observó la explanada de la ermita a rebosar de fieles, multiplicados además por la señal de Canal Sur en directo, y se vino arriba. La que se armó. El obispo advirtió en su sermón de que los votantes cristianos deben de atenerse a los principios morales de la Iglesia, y aún colea la polémica en Twitter, donde —qué novedad tan española— se formaron enseguida dos bandos. A la izquierda, los que consideran una barbaridad que el obispo aprovechara el gentío, la campaña electoral y la tele pública para arremeter contra el aborto, el matrimonio homosexual y la eutanasia. A la derecha, los que defienden que un obispo puede decir desde el púlpito lo que le parezca conveniente, ya sea campaña electoral o Pascua de Resurrección.

Y ahí siguen, a golpe de tuit, enterrados hasta las rodillas. “Es un mitin por el PP y Vox”, reza, por ejemplo, un tuit de Cristianos Socialistas.

El mes que viene se cumplirán nueve años del primer viaje internacional del papa Francisco. Jorge Mario Bergoglio participó en Río de Janeiro en la Jornada Mundial de la Juventud. En el vuelo de regreso a Roma, y en el transcurso de la primera rueda de prensa de un pontífice sin límite de preguntas ni censura previa, una periodista brasileña protagonizó con el Papa un interesante diálogo:

—En Brasil han aprobado una ley que amplía el derecho al aborto y permite el matrimonio entre personas del mismo sexo. ¿Por qué no ha hablado sobre esto?

—La Iglesia se ha expresado ya perfectamente sobre eso. No era necesario volver, como tampoco hablé sobre la estafa o la mentira, u otras cosas, en las cuales la Iglesia tiene una doctrina clara.

—Pero es un asunto que interesa a los jóvenes…

—Sí, pero no era necesario hablar de eso, sino de las cosas positivas que abren camino a los chicos, ¿no es cierto? Además, los jóvenes saben perfectamente cuál es la postura de la Iglesia.

—¿Cuál es la postura de Su Santidad? ¿Puede hablarnos?

—La de la Iglesia. Soy hijo de la Iglesia.

O lo que es lo mismo, Bergoglio y el obispo de Huelva se rigen por los mismos principios, pero tienen un concepto distinto del don de la oportunidad. Delante de una multitud, con la televisión en directo y en plena campaña, monseñor pudo abrir los brazos, pero prefirió empuñar la espada. Como diría el ventero de Cádiz, no escasean los huevos, sino los obispos.


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