La “prosa choriza” de ‘Geri’ y ‘Rubi’: análisis y defensa
Las conversaciones entre Piqué y Rubiales son un tesoro capaz de demostrar cómo las lenguas estatales están invisibilizando dos identidades nacionales, que se sumen en una, de larga tradición: la de chorizos y comisionistas
Los audios de Gerard Piqué y Luis Rubiales han sacado a la luz uno de los problemas más graves de nuestro país, por cuanto evidencian que España se ha convertido en un Estado represor de una lengua que merece reconocimiento constitucional. Estoy hablando, claro está, del “idioma chorizo” y de la maestría que alcanza en los audios de Piqué y Rubiales. Así, sus conversaciones son un tesoro capaz de demostrar cómo las lenguas estatales están invisibilizando dos identidades nacionales, que se sumen en una, de larga tradición: la de chorizos y comisionistas.
“A ver, Rubi, si es un tema de di...
Los audios de Gerard Piqué y Luis Rubiales han sacado a la luz uno de los problemas más graves de nuestro país, por cuanto evidencian que España se ha convertido en un Estado represor de una lengua que merece reconocimiento constitucional. Estoy hablando, claro está, del “idioma chorizo” y de la maestría que alcanza en los audios de Piqué y Rubiales. Así, sus conversaciones son un tesoro capaz de demostrar cómo las lenguas estatales están invisibilizando dos identidades nacionales, que se sumen en una, de larga tradición: la de chorizos y comisionistas.
“A ver, Rubi, si es un tema de dinero; si ellos [el Real Madrid] por ocho irían, hostia tío, se paga ocho al Madrid y ocho al Barça... a los otros se les paga dos y uno... son 19, y os quedáis la Federación seis kilos, tío”, se arranca Geri en uno de los fragmentos más expresivos de la conversación. Nótese en este fragmento hasta qué punto la represión lingüística cercena la libertad de sus hablantes, convirtiendo el apodo en un rasgo obligatorio de esta cultura sometida. En cierto sentido, el nombre de guerra —o avatar comisionista— propicia una suerte de metaverso donde los hablantes desarrollan una segunda identidad. Así, Geri es un comisionista de la liga de fútbol española mientras que Gerard Piqué es un jugador del Futbol Club Barcelona. Podría parecer ilegal, pero Geri no se siente un prevaricador sino un facilitador. En realidad Geri y Gerard no hablan el mismo idioma —distinta es la “prosa choriza” de Geri de los “tuits aspiracionales” de Gerard—, puede incluso que ni siquiera se conozcan.
Pero más allá de los nombres de guerra, la riqueza de la “prosa choriza” reside en ser un lenguaje en continua creación. Dirímase que es una lengua hipercontemporánea y fragmentaria que no recurre al tradicional y gastado remate de la frase para entender su significado. Nótese el manejo de los silencios en el fraseo de Geri, esas oraciones inacabadas que dejan a la imaginación del interlocutor el sentido último del mensaje. El hecho aparente de no saber construir oraciones podría dar sensación de oscuridad, sin embargo, la comprensión entre Geri y Rubi es total. No olvidemos que este idioma —hoy relegado a audios clandestinos de Whatsapp— cuenta con siglos de tradición y es en realidad una lengua vernácula, por cuanto nace de la tierra y se nutre de sus gentes y paisajes. Es por eso por lo que puede decir mucho sin pronunciar palabra y vale siempre más por lo que calla que por lo que dice.
“Antes de no quedaros nada, os quedáis seis kilos”, sigue Geri. “Y apretamos a Arabia Saudí y a lo mejor le sacamos... Le decimos que si no, el Madrid no va... y le sacamos un palo más o dos palos más... Pero es que antes de hacerlo en España, que no vais a ganar ni tres, o sea... Es para pensárselo, si es un tema de dinero”. Con expresiones así podría pensarse que este lenguaje es en realidad un mero argot, ya que carece de conceptos o ideas en su aplicación. Sin embargo, no debemos menospreciar su profundidad, pues el asunto fundamental de toda la conversación —que podría resumirse en la tesis de “me lo llevo crudo”— está abstraído y convertido en una entidad inefable e hipostasiada.
Y es así como esta lengua aspira a la universalidad y a imponer su idioma y con él sus reglas sociales y gramaticales. Nótese por ejemplo cómo “los palos” de los que habla Geri son en realidad millones de euros. Y cómo, al mismo tiempo, ni siquiera él está seguro de lo que está hablando: “si es que hablamos de dinero”, llega a decir, como si los palos pudieran ser flamencos o como si su “duende chorizo” no precisara siquiera de su entendimiento para avanzar. En este sentido, la intuición lingüística de Geri solo puede ser comparada en genio y riesgo con la de un poeta. No obstante, no debe confundirse el idioma chorizo con ninguna forma de cultura académica o tradicionalismo trasnochado. Así, esta lengua no responde ante ninguna jerarquía o rigor basado en el conocimiento, siendo clave en el “lenguaje chorizo” presumir de una absoluta ignorancia en cualquier tema tocado. De este modo, la obligada estulticia del hablante se muestra siempre exaltada hasta el extremo de resultar rebuscadamente analfabeta. “Rubi, ¿crees que acercándonos al Rey... puede ayudar... que tiene muy buena relación con la gente de allí, con los reyes o quien sea de los saudíes?”, dice Geri en otro momento cumbre. Así, lejos de conocer, entender o tratar con la realidad, la lengua choriza vuela por encima de ella: no necesita cumplir sus normas ni responde ante el poder o el rigor. La lengua choriza es, en este sentido, la lengua de la libertad más absoluta. No es de extrañar por tanto que le guste tanto a la familia de Isabel Díaz Ayuso.
Pero si algo caracteriza el “idioma chorizo” es que sus hablantes se reconocen entre sí. Por eso, además de ser una lengua creativa e innovadora, posee la pretensión de convertirse en un vehículo de fraternidad. Así, “el chorizo” se habla siempre como hablarías a un colega, a uno de los tuyos, a alguien que te va a entender hasta la muerte (o la cárcel). Más allá de los nombres pastel con que se apodan Geri y Rubi, hay que notar la omertà que se trenza entre ellos, rescatando el viejo código de honor siciliano que prohíbe informar de las actividades familiares a la gente de fuera, ya sean funcionarios o curiosos. Así se entienden mejor los temores mafiosos que Rubi ha expresado al saber que sus audios se han hecho públicos. “Esto es una mafia”, ha declarado. “No creo que llegue el punto de que me encuentren tirao en una cuneta con un disparo en la nuca. Pero si me han hecho esto con el móvil, ¿por qué no le van a meter cosas? ¿O por qué no van a meter un saco de cocaína en mi maletero? Me siento violado en mis derechos”. La potencia del chorizo es tal que sus hablantes no conocen fronteras y cree que el resto del mundo se expresa en sus términos.
En este sentido quiero mandar desde aquí tranquilidad y apoyo a Rubi y a Geri. Podéis dormir los dos tranquilos: Recordad que la mafia, en su sentido de contubernio y leal familiaridad, aquí la representáis vosotros.