Negacionismo corrompido

La tentación de resistirse a las medidas restrictivas contra la pandemia debe encontrar el rechazo firme de las autoridades europeas

Una mujer lleva una pancarta durante una manifestación contra las restricciones, en Hamburgo, Alemania, el pasado 18 de diciembre.FABIAN BIMMER (REUTERS)

La vertiginosa expansión de la variante ómicron produce honda inquietud a escala global y está obligando a las autoridades gubernamentales a reconsiderar las medidas de control frente a la pandemia. En este contexto, es importante reflexionar sobre episodios recientes e inaceptables de rechazo a las políticas sanitarias. En Alemania, la policía detuvo la semana pasada a seis personas que, a su juicio, estaban planeando asesinar al primer ministro del Estado de Sajonia, ...

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La vertiginosa expansión de la variante ómicron produce honda inquietud a escala global y está obligando a las autoridades gubernamentales a reconsiderar las medidas de control frente a la pandemia. En este contexto, es importante reflexionar sobre episodios recientes e inaceptables de rechazo a las políticas sanitarias. En Alemania, la policía detuvo la semana pasada a seis personas que, a su juicio, estaban planeando asesinar al primer ministro del Estado de Sajonia, impulsados por un radical ideario negacionista antivacunas y antirrestricciones. Un inquietante movimiento de protesta extremista llamado Sajones Libres y vigilado por los servicios secretos agita ese territorio alemán, donde se han congregado con antorchas ante la residencia de la responsable de Sanidad y se compara el trato que se da a los no vacunados con los judíos en la era nazi.

La delirante vinculación entre las medidas sanitarias actuales y el Holocausto ha aflorado en otros países europeos donde se han producido episodios de protesta de relevancia penal. En noviembre, una ola de disturbios de similar ideario sacudió a varias ciudades de Países Bajos. La justicia holandesa ordenó el pasado miércoles al líder ultraderechista Thierry Baudet borrar de sus redes sociales los mensajes en los que comparaba las restricciones impuestas por la pandemia con el Holocausto y sus preparativos. En protestas que también acabaron en disturbios en Austria en noviembre hubo manifestantes que llevaban estrellas de David amarillas con las palabras “no vacunado”. En Bélgica también se registraron actos violentos en varias manifestaciones.

Las autoridades describen un patrón similar en estos casos: organizaciones de ultraderecha buscan aprovechar el malestar social después de casi dos años de pandemia para agitar, radicalizar. Son una pequeña minoría, pero es preciso tener en cuenta que el agotamiento tras 21 meses de vida bajo presión pandémica es alto, y que hay terrenos propicios para propagar incendios, sobre todo ahora que la variante ómicron vuelve a poner en dificultad a los sistemas sanitarios y requerir sacrificios.

Ante este escenario es necesario —como prometió el canciller Olaf Scholz— utilizar sin titubeos todos los resortes de los sistemas democráticos, incluidas las fuerzas de seguridad, de inteligencia y de justicia. En paralelo, es probablemente más importante aún que los representantes políticos de la ciudadanía mantengan una escrupulosa pulcritud en su discurso público y su práctica privada en esta materia. La atribución de instintos liberticidas a quienes impulsan medidas restrictivas es una táctica desleal y peligrosa, que puede fomentar reacciones desorbitadas en sectores de la ciudadanía. La comparación con el Holocausto es directamente una intolerable mezquindad y sin justificación alguna, a pesar del prolongado cansancio y el malestar acumulados.

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