Bitcoin y El Salvador: cuando la política se mezcla con la innovación financiera
Como instrumento para construir una narrativa rebelde, las criptomonedas pueden ser muy útiles; como activo no reconocido por ningún otro país del mundo, Bukele se enfrentará a un golpe de realidad
Cada cierto tiempo aparece una idea o un concepto que se vuelve popular y no hay forma de detener su avance; es como una epidemia que contagia a una población o a un grupo de personas y que, con las características adecuadas, puede volverse global. Así ocurrió con el efecto Y2K antes del año 2000, cuando todo el mundo se convenció de que los sistemas iban a enloquecer por el cambio numérico del nuevo milenio. O con la idea de que ciertos avances tecnológicos generarán desempleo masivo entre la población. El bitcoin es una de es...
Cada cierto tiempo aparece una idea o un concepto que se vuelve popular y no hay forma de detener su avance; es como una epidemia que contagia a una población o a un grupo de personas y que, con las características adecuadas, puede volverse global. Así ocurrió con el efecto Y2K antes del año 2000, cuando todo el mundo se convenció de que los sistemas iban a enloquecer por el cambio numérico del nuevo milenio. O con la idea de que ciertos avances tecnológicos generarán desempleo masivo entre la población. El bitcoin es una de esas ideas.
Robert Shiller, premio Nobel de Economía, dice que el bitcoin reinventa la idea de la anarquía dándole un giro más pacífico. “No se requieren bombas ni tumultos en las calles”, escribe en su libro Narrative Economics. Dice que es el símbolo que te identifica como ciudadano del mundo, en contraposición a una moneda fiat que te identifica solo con el país que la usa; y como ciudadano del mundo y anarquista en potencia, las leyes de un país en específico, los gobiernos y las ideologías locales no se aplican a ti. El Bitcoin es la apoteosis de la narrativa rebelde.
Como instrumento de rebeldía, la criptomoneda (personificada en bitcoin) tiene características muy deseables: es descentralizada, es decir, no depende de ninguna autoridad central; es escasa, pues su oferta se limita a 21 millones de bitcoins y no pueden crearse más; es inembargable, por lo que ninguna autoridad puede quitártela sin tu permiso; es anónima, por lo que puedes hacer transacciones con ella sin que nadie te audite; y su comportamiento depende, idealmente, de lo que la mayoría desee. Es decir: permite tener una visión del dinero completamente democratizada que se contrapone al monopolio monetario actual por parte de los Gobiernos. El poder económico en mano de las personas: no hay idea más poderosa que esa.
Ahora bien, en la dinámica geopolítica, ¿quién es el insurrecto más adecuado para blandir este instrumento de rebeldía? El oprimido, el olvidado, el que no tiene nada que perder. Si trasladamos esa idea a los países de Latinoamérica nos encontramos con El Salvador, Venezuela y Cuba. Son países que enarbolan discursos de soberanía o independencia en materia económica, pero sin un poder real (militar, económico o social) que les permita cambiar el statu quo que los oprime. Sin embargo, al seguir teniendo Gobiernos soberanos, la narrativa rebelde del Bitcoin les cae como anillo al dedo. ¡Destronemos el sistema económico opresor de nuestras fronteras! ¡Democraticemos la política monetaria!
Para cualquier observador externo, este cambio carece de todo sentido, y así lo han dejado en evidencia el FMI, las calificadoras globales y el mismo mercado internacional, castigando los precios de los bonos de El Salvador y pidiendo mayor rendimiento por invertir en el país centroamericano. Por otro lado, las grandes instituciones financieras globales también han desaprobado la adopción de bitcoin como moneda de curso legal y han retirado, al menos de palabra, el apoyo a El Salvador, advirtiendo de una posible debacle económica cuya víctima principal será la población salvadoreña.
Sin embargo, dentro de las fronteras del país, hace mucho más sentido. Bukele, con una popularidad que ronda el 90% y después de haber arrasado en las últimas elecciones legislativas, tiene todos los incentivos para subirse a la narrativa rebelde más popular del mundo. Al final del día, para 9 de cada 10 salvadoreños, Bukele será quien los lleve de la mano hacia “la nueva economía”, alejándose del viejo modelo económico que los ha oprimido durante décadas.
Como era de esperarse, la situación no es ajena a un gran número de riesgos: fluctuaciones cambiarias (dado que la contabilidad nacional y de todas las empresas en el país seguirá estando en dólares estadounidenses), ataques especulativos por parte del mercado global, falta de acceso a fondos en mercados globales por un deterioro del riesgo país, acumulación por parte del Banco Central de un activo no reconocido por ningún otro país del mundo (mientras escribo estas líneas, Bukele ya había anunciado la compra de 550 Bitcoins, alrededor de 30 millones de dólares), por nombrar algunos.
Aunque en el primer día el Gobierno haya perdido tres millones de dólares por movimientos de mercado, Bukele no tiene nada que perder todavía. Al contrario: mientras la narrativa siga siendo apoyada por especuladores a nivel global, el plan de adoptar el bitcoin seguirá teniendo sentido y le seguirá siendo funcional para posicionarse como un líder audaz e innovador; y cada día que el precio del bitcoin no se venga abajo va a ganar aún más adeptos a nivel local y global; el precio podrá llegar a 100.000 o a 200.000 dólares, pero ¿esta situación es sostenible? Mi opinión es que no.
En el mundo hay un exceso importante de recursos monetarios circulando en el mercado. Ese exceso de recursos, más temprano que tarde, empezará a retirarse del mercado global cuando la Reserva Federal de Estados Unidos y el Banco Central Europeo comiencen a eliminar estímulos y empiecen a subir las tasas. Y no será cosa menor. Prácticamente todos los excesos financieros, desde la burbuja de tulipanes en 1636 hasta la explosión de la burbuja inmobiliaria en EE UU en 2006 (que dio lugar a la crisis de 2008) fueron causados por condiciones monetarias restrictivas globales; es decir, Bancos Centrales subiendo tasas. Y cuando hay que decidir entre formarse detrás de la narrativa de moda o perder dinero pidiendo prestado “caro” para inflar el precio de un activo cuyo único sustento económico es el valor conferido por una serie de individuos, entonces evitar el dinero caro siempre gana y la narrativa pasa a segundo término.
Hay una frase de Eduardo Galeano que expresa el espíritu de esta época: “Los científicos dicen que estamos hechos de átomos, pero a mí un pajarito me contó que estamos hechos de historias”. A los seres humanos nos encanta contarnos historias, y eso es lo que está haciendo Bukele con sus ciudadanos: contándoles una historia. Pero, tarde o temprano, la realidad lo golpeará en la cara y entonces tendrá que pagar el precio de soñar despierto por demasiado tiempo.
Luis Gonzalí es analista financiero certificado (CFA) y codirector de Inversiones en Franklin Templeton México.