ANATOMÍA DE TWITTER

Nostalgia

Las redes sociales acogen juicios sumarísimos, pero son también una atalaya privilegiada para detectar estados de ánimo

Un grupo de fans de ABBA en Nueva York celebra el regreso del grupo musical sueco el pasado jueves.Greg Allen (AP)

El hashtag, la palabra precedida del símbolo de la almohadilla que hace referencia a un tema de conversación en redes sociales, acaba de cumplir 14 años. La Real Academia Española no ha admitido el extranjerismo y mantiene el término “en observación”. Puede que en algún momento decida incluirla en su diccionario, como ya hizo con “emoji” (“pequeña imagen o icono digital que se usa en las comunicaciones electrónicas para representar una emoción, un objeto, una idea”), “avatar” (“representación gráfica de la identidad virtual de un usuario en entornos digitales”) ...

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El hashtag, la palabra precedida del símbolo de la almohadilla que hace referencia a un tema de conversación en redes sociales, acaba de cumplir 14 años. La Real Academia Española no ha admitido el extranjerismo y mantiene el término “en observación”. Puede que en algún momento decida incluirla en su diccionario, como ya hizo con “emoji” (“pequeña imagen o icono digital que se usa en las comunicaciones electrónicas para representar una emoción, un objeto, una idea”), “avatar” (“representación gráfica de la identidad virtual de un usuario en entornos digitales”) o “trolear” (“en foros de internet y redes sociales, publicar mensajes provocativos, ofensivos o fuera de lugar con el fin de boicotear algo o a alguien, o entorpecer la conversación”).

Cada día miles de personas introducen la almohadilla antes del enunciado de algo que las ha sorprendido o conmovido, entusiasmado —o las más de las veces— provocado indignación con la intención de invitar a otros a esa conversación para sumarlos a una causa o convertir su opinión en corriente. Pese a la juventud del hashtag, apenas un adolescente, su poder ya es inmenso y en muchos casos, incontrolable. Como todos los poderes, puede utilizarse para hacer el bien —enseñar algo que merece ser conocido, recuperar un objeto perdido, forzar a una compañía remolona a reparar una avería, desearnos un #felizlunes...— o el mal —generar odio, recoger insultos, difundir calumnias...—.

Las redes sociales son capaces de sacar del anonimato a perfectos desconocidos en cuestión de horas y acogen juicios sumarísimos saldados en sentencias de 280 caracteres. Pero son también una privilegiada atalaya —según la definición de la Real Academia, “torre hecha comúnmente en lugar alto para dar aviso de lo que se descubre”; “estado o posición desde la que se aprecia bien una verdad”— para conocernos mejor, incluso cuando la única certeza es que hay un ejército invisible dispuesto a acribillarnos a mentiras.

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Bucear en los trending topics (los temas más populares de conversación en Twitter) equivale a asomarse a cientos de ventanas, colarse en los salones y entrar a desayunar en los bares para poner la oreja y detectar estados de ánimo. En los últimos días, las redes hablaron, sobre todo, de nostalgia. Hubo muchos hashtags sobre fútbol, cuyos estadios celebraban la posibilidad de ampliar el aforo hasta el 60%, acercándose a la ansiada vieja normalidad; se celebró también por todo lo alto, con profusión de almohadillas, el anuncio del regreso de Abba 40 años después de su separación; se recuperó un viejo asunto, la renovación del Consejo General del Poder Judicial, en funciones desde diciembre de 2018 por falta de acuerdo entre los dos grandes partidos, y se recordó el nacimiento del escritor uruguayo Eduardo Galeano, fallecido en 2015. Sin saberlo, el autor de El libro de los abrazos, ya predijo hace muchos años el comportamiento y la versatilidad de las redes sociales, ese mar de fueguitos: “Hay fuegos grandes y fuegos chicos. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman, pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende”.

El grupo sueco Abba vuelve casi cuatro décadas después de autodestruirse. Más difícil parece el regreso del consenso en la política española de Pimpinela. Pero seguiremos observando el fuego de las redes para detectar cualquier cambio de viento.

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