Columna

Empanadillas

Eran el único capricho innegociable en la mesa de Nochebuena. Nos las hacía de críos mi madre a cambio de que consintiéramos en catar el cabrito o el besugo de turno antes de ponernos morados a turrones

Cordon press

A mi abuela Gabina le pirraban las gambas con gabardina. Bueno, no exactamente. Quizá porque, manchega y pobre en la vida, cató los crustáceos tarde, mal y nunca, y le daban más repelús que gula, lo que le privaba a mi yaya era la gabardina propiamente dicha. Así que, ya viuda, anciana y reina de la casa donde pasara la Nochebuena, su nuera, a la sazón mi señora madre, preparaba media docena de gambones con doble rebozado solo para que su suegra se diera el gustazo de desamortajarlos a escalpelo, zamparse el sudario y dejar los cadáveres limpísimos para que su señor hijo, a la sazón mi ...

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A mi abuela Gabina le pirraban las gambas con gabardina. Bueno, no exactamente. Quizá porque, manchega y pobre en la vida, cató los crustáceos tarde, mal y nunca, y le daban más repelús que gula, lo que le privaba a mi yaya era la gabardina propiamente dicha. Así que, ya viuda, anciana y reina de la casa donde pasara la Nochebuena, su nuera, a la sazón mi señora madre, preparaba media docena de gambones con doble rebozado solo para que su suegra se diera el gustazo de desamortajarlos a escalpelo, zamparse el sudario y dejar los cadáveres limpísimos para que su señor hijo, a la sazón mi padre, se los atizara entre plato y plato como pipas peladas. Ellos se entendían. Mi padre y mi madre a mi abuela, digo. Quizá porque ambos, niños de posguerra, lo probaron ya mayores para cogerle el gusto, también ellos preferían el jamón serrano al de bellota y, hasta sus últimas Pascuas, siempre hubo un plato de pernil de bodega en la cena del año, por mucho que ellos mismos y su prole prosperaran en la vida.

Nadie muere del todo mientras alguien lo recuerda. Ahora que, si quisiéramos, sus hijos tendríamos para percebes de Cedeira, caviar del Caspio y jamón de todas las jotas una vez al año, el único capricho innegociable en la mesa de Nochebuena son las empanadillas de atún, huevo y tomate que nos hacía de críos mi madre a cambio de que consintiéramos en catar el cabrito o el besugo de turno antes de ponernos morados a turrones. Así andaremos también este aciago año del virus. Festoneando con tenedor de postre los bordes de las obleas para hornearlas como hacía ella mientras esperamos que, en la tele, el Rey joven coja la Corona por los cuernos y corte amarras con el viejo para que pueda sentarse a su mesa como padre. Es lo que les deseo a ustedes: que sean todos los que están, aunque no estén todos los que son. Y que en 2021 estemos al menos los mismos.

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