La soledad del virus
Con el confinamiento los pueblos pequeños se están ahogando. Hay mucha gente mayor y sola que únicamente puede salir para comprar comida, si es que tienen la suerte de contar con una tienda cerca, ya que muchos no disponen de un vehículo ni de carné de conducir. En las ciudades la gente se queja porque no se pueden ir durante un par de días a la semana para desconectar del caos, incluso teniendo mil distracciones, pero los sitios más pequeños a veces no tienen ni una simple panadería. Lo único que podía hacer la gente mayor era ir al centro cívico a socializar, ahora está cerrado. Al bar a lee...
Con el confinamiento los pueblos pequeños se están ahogando. Hay mucha gente mayor y sola que únicamente puede salir para comprar comida, si es que tienen la suerte de contar con una tienda cerca, ya que muchos no disponen de un vehículo ni de carné de conducir. En las ciudades la gente se queja porque no se pueden ir durante un par de días a la semana para desconectar del caos, incluso teniendo mil distracciones, pero los sitios más pequeños a veces no tienen ni una simple panadería. Lo único que podía hacer la gente mayor era ir al centro cívico a socializar, ahora está cerrado. Al bar a leer el periódico, está cerrado. A la iglesia los domingos, en algunos lugares, cerrada. Los fines de semana no pueden visitarlos ni sus hijos ni sus nietos. Si el virus no acaba con los abuelos y las abuelas, lo hará la soledad.
Laura Prats Torrades. Barcelona