Columna

Fichas mojadas

La presidenta de la comunidad de Madrid hizo lo que se esperaba de ella. Lo resumió todo en una frase difícilmente contestable: un hospital nuevo nunca está de más

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, este jueves durante una sesión plenaria en la Asamblea de Madrid (España).Marta Fernández Jara (Europa Press)

Josep Pla, que pasó un tiempo en Madrid ejerciendo como corresponsal, decía que los camareros de la ciudad eran los únicos capaces de darle al cliente fichas de teléfono mojadas.

Unos años después de Pla, Madrid, la ciudad martirizada por la modernidad que representaba aquella tropa extranjera de periodistas y otros letrados, echaba a volar las campanas cuando se descubría a sí misma como una de las regiones avanzadas del mundo: en un tiempo de récord, los hombres y mujeres de Isabel Díaz Ayuso, la presidenta madrileña, levantaron un hospital enorme, capaz de atender a cientos de enfer...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Josep Pla, que pasó un tiempo en Madrid ejerciendo como corresponsal, decía que los camareros de la ciudad eran los únicos capaces de darle al cliente fichas de teléfono mojadas.

Unos años después de Pla, Madrid, la ciudad martirizada por la modernidad que representaba aquella tropa extranjera de periodistas y otros letrados, echaba a volar las campanas cuando se descubría a sí misma como una de las regiones avanzadas del mundo: en un tiempo de récord, los hombres y mujeres de Isabel Díaz Ayuso, la presidenta madrileña, levantaron un hospital enorme, capaz de atender a cientos de enfermos. La presidenta hizo lo que se esperaba de ella. Lo resumió todo en una frase difícilmente contestable: un hospital nuevo nunca está de más.

Fuera del recinto hospitalario, que empezará a tener usuarios en pocos días, una pequeña manifestación, sobre todo de enfermeras, intentaba que se escuchara su mensaje de utilizar racionalmente los recursos. Mucho más lejos, la oposición encabezada por Ángel Gabilondo intentaba también, sin resultados positivos aparentes, que se escuchara su discurso.

Los que se oponían a la presidenta, los que pretendían aplacarla con un discurso de aires más sensatos, como el falso moderado, el alcalde José Luis Martínez-Almeida, todos tenían que rendirse ante su rotunda forma de estar.

Pablo Casado ha dado con la tecla. Ha encontrado oro donde no parecía haber otra cosa que chatarra de juzgado. Rocío Monasterio, la representante de Vox, quedaba oscurecida por la presencia brillante de Ayuso. Tantos años gastados en estudiar arquitecturas neoyorquinas, superados por cualquier gesto iletrado de otra mujer que no se ha estudiado más que a sí misma.

Porque a Ayuso no la ensalzan solo los periodistas a los que Miguel Ángel Rodríguez engrasa para que la impulsen. A Ayuso le rinden pleitesía todos aquellos que han leído los libros que ella abandonó por pereza, los pesados artículos elaborados por quienes tienen que fabricar las líneas políticas de largo plazo.

Ayuso consigue que los chicos bien de Núñez de Balboa la miren a ella y no a Monasterio. Y mucho cuidado porque ha dejado bien claro el aviso: se va a dejar las uñas y el pelo para evitar que a los madrileños ricos les suban los impuestos.

Pablo Casado se ha dado cuenta a tiempo. El PP es el que va a cambiar, no Ayuso. Y si ella habla con faltas de ortografía, pues ya aprenderá Almeida. Que se moje.

Archivado En