A Bolsonaro le salió el tiro por la culata
Una especie de rebelión silenciosa ha conquistado las elecciones municipales en Brasil: la de los diferentes y excluidos
Nadie mejor que con Bolsonaro, que adora fusiles y pistolas, usar el dicho de “salirle el tiro por la culata”. Llegó a la presidencia con su carga de desprecio y desinterés por los que son diferentes a él y sin poder que siempre le había caracterizado, pero esta vez con la fuerza y la libertad que le otorgan la jefatura del Estado.
Ese mundo que tanto le molesta, y que suele nombrar sin un atisbo de empatía y con adjetivos que les humillan, nunca ha llegado tan activo y con ganas de reivindicar su poder que con Bolsonaro. Ha sido una especie de rebelión silenciosa que se ha concretado e...
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Nadie mejor que con Bolsonaro, que adora fusiles y pistolas, usar el dicho de “salirle el tiro por la culata”. Llegó a la presidencia con su carga de desprecio y desinterés por los que son diferentes a él y sin poder que siempre le había caracterizado, pero esta vez con la fuerza y la libertad que le otorgan la jefatura del Estado.
Ese mundo que tanto le molesta, y que suele nombrar sin un atisbo de empatía y con adjetivos que les humillan, nunca ha llegado tan activo y con ganas de reivindicar su poder que con Bolsonaro. Ha sido una especie de rebelión silenciosa que se ha concretado en los éxitos conquistados en las últimas elecciones municipales, las primeras que han visto elegidas tantas mujeres, trans, tantos negros e indígenas, tantos diferentes, mientras fracasaron sus candidatos “machos y fuertes”.
No es que el mundo de los diferentes no haya estado siempre al margen de la sociedad sin dejarles participar al banquete que, gracias a ellos, pueden disfrutar los privilegiados. Lo fueron siempre en la historia de Brasil, a pesar de constituir la mayoría del país y la mano de obra de los que acumularon siempre el 90% de las riquezas.
Me refiero a los nativos conquistados por los blancos europeos, los negros herederos de la esclavitud, las mujeres que han cargado toda la vida con los trabajos más duros y siempre humilladas. Muchas de ellas han trabajado una vida dentro de una familia rica sin que ni siquiera una vez fueran llamadas por su nombre. Y siempre peor pagadas que los hombres.
Todos estos excluidos, todos los sexualmente diferentes vistos casi como una raza inferior, y quizá con mayor fuerza en este país que siempre manifestó una carga grande de racismo, han puesto en marcha una gran revolución en defensa de sus derechos en este Gobierno machista y homofóbico.
El rescate de los diferentes, empezando por las mujeres, fue creciendo en el mundo gracias a la cultura y a las luchas ya conocidas a favor de su emancipación. En Brasil, sin embargo, el trabajo fue siempre más lento por la carga de prejuicios que arrastra. No hace mucho que la mujer no tenía derecho a votar y era vista como dueña y objeto de su marido.
Cuando Bolsonaro llegó al poder con su carga de desprecio por la mujer, los homosexuales, los negros y los indígenas que según él son un peso inútil en el país, ya eran considerados inferiores y relegados a papeles secundarios.
Siempre el mundo de los más pobres estuvo al margen del poder. La diferencia con hoy es que ese mundo de los siempre excluidos nunca fue tan humillado y despreciado públicamente como con Bolsonaro, el capitán frustrado que ha llegado al poder con sed de venganza.
Es fácil imaginarse la rabia y humillación que Bolsonaro ha debido sentir en las elecciones del domingo pasado al ver derrotados a sus candidatos “machos”, una gran parte militares, mientras que los que él más desprecia no solo fueron elegidos sino que fueron los más votados.
Debió ser duro para Bolsonaro ver cómo mujeres y trans, lesbianas eran elegidas. Ni siquiera su exmujer fue elegida como concejal en Río, que es su reino de toda la vida.
Debió ser tan fuerte su humillación que intentó envenenar las elecciones sosteniendo sospechas sobre el recuento de votos en las urnas. Y cuando al día siguiente sus seguidores fieles y fanáticos le preguntaron sobre el resultado de las elecciones, por primera vez les dijo que no iba a hablar, que “no se estaba sintiendo bien”. ¿Sentirse mal él, el atleta macho con el que no pudo ni la covid-19?
¿No es eso salirle el tiro por la culata? Y nada más peligroso para un gobernante como Bolsonaro que ver resucitar del infierno de la exclusión a los menospreciados. Son esas personas las que empiezan a reconquistar su dignidad secularmente humillada las que, feliz paradoja, podrían constituirse en el peor peligro que amenaza su trono.
No son pocos los analistas que consideran que el triunfo de esos despreciados por Bolsonaro podrán acabar siendo más peligrosos para él porque llegan con la conciencia despierta de estar reconquistando su dignidad.
Y junto con el triunfo en las elecciones de los hasta ayer despreciados, Bolsonaro, el obsesivo por los comunistas y por todo lo que huela a izquierda, ha sentido en estas elecciones resurgir una nueva izquierda. Una izquierda menos aburguesada, que reivindica los derechos de los diferentes y excluidos desde los sin techo, que son millones en este país y malviven en el infierno de las periferias de las grandes urbes, y están resbalando a la miseria y hasta al hambre por falta de empleo.
Si una vez las izquierdas clásicas, muchas de ellas aburguesadas se interesaban por los trabajadores fijos para mejorar sus condiciones de vida, hoy la nueva izquierda que ha surgido con fuerza se interesa por los sin trabajo y por la defensa de los excluidos que son los nuevos proletarios de la sociedad. Todo ese mundo que Bolsonaro querría ver arrastrado por la pandemia como piezas inútiles de su poder autoritario y machista.