Bésame y llámame centro
El “moderado” capaz de unir el país es el viejo nuevo truhan de la crónica política
Las elecciones municipales brasileñas del pasado domingo mostraron que el ultraderechista Jair Bolsonaro ha perdido fuerza como promotor de campaña: sus candidatos fueron derrotados o lo tendrán difícil en la segunda vuelta. Es demasiado pronto para dar a Bolsonaro, y especialmente al bolsonarismo, por vencido, aunque mucha gente ya está celebrando “el fin de la antipolítica”.
Pero el mal resultado de los partidarios de Bolsonaro en las urnas es menos importante que dos hitos logrados en estas elecciones: un nuevo líder se consolida en la izquierda en Brasil; y un número sin precedente...
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Las elecciones municipales brasileñas del pasado domingo mostraron que el ultraderechista Jair Bolsonaro ha perdido fuerza como promotor de campaña: sus candidatos fueron derrotados o lo tendrán difícil en la segunda vuelta. Es demasiado pronto para dar a Bolsonaro, y especialmente al bolsonarismo, por vencido, aunque mucha gente ya está celebrando “el fin de la antipolítica”.
Pero el mal resultado de los partidarios de Bolsonaro en las urnas es menos importante que dos hitos logrados en estas elecciones: un nuevo líder se consolida en la izquierda en Brasil; y un número sin precedentes de candidatos negros, indígenas y transexuales ha entrado en el Legislativo. En algunas ciudades, las transexuales negras fueron las concejalas más votadas. Es todo menos poco en uno de los países que tiene más víctimas de racismo y transfobia del mundo.
Los signos de que Bolsonaro se debilita para la reelección de 2022 han llevado a la derecha a iniciar un curioso proceso de cambio de identidad. “Por favor, bésame y llámame centro” podría ser el título del actual capítulo del culebrón político. Personas que hasta hace poco bailaban pegadas con el presidente, como el gobernador de São Paulo, João Doria, y el exministro de Justicia Sergio Moro, han empezado a tejer una alianza con Luciano Huck, un popular presentador de la televisión Globo que también dio muestras elocuentes de cariño a Bolsonaro. Se venden como moderados de centro capaces de pacificar el país polarizado.
Las elecciones del domingo mostraron que toda la violencia y el autoritarismo de Bolsonaro no han podido interrumpir el creciente protagonismo de los grupos periféricos de la sociedad —negros, indígenas, mujeres y personas LGBTQIA+— que reivindican el centro político. También mostraron que, después de años dando vueltas al polémico legado de Luiz Inácio Lula da Silva y del Partido de los Trabajadores, la izquierda empieza a moverse. Guilherme Boulos, del Partido Socialismo y Libertad (PSOL) y líder del Movimiento de los Trabajadores Sin Techo, una organización que lucha por el derecho a la vivienda, disputará en la segunda vuelta la alcaldía de São Paulo, la ciudad más grande y rica del país.
La derecha ha ganado más alcaldías en todo Brasil, pero ya se anticipa al riesgo de que la izquierda se una para intentar suceder a Bolsonaro. Como hicieron con Lula cuando el entonces líder sindical se inició en la política, ya han empezado a llamar “radical” a Boulos. El hecho es que también en Brasil la izquierda está empezando a dar señales de vida y el Legislativo se está volviendo más negro y trans. Asustada, la vieja derecha brasileña intenta ponerse la máscara de moderación de Joe Biden, pero se le ve el tupé naranja.
Traducción de Meritxell Almarza.