Los horarios
Esta semana fui con mi mujer al teatro. Celebrábamos una efemérides familiar. Empezó a las ocho y media y acabó a las diez. Era función única. A la salida nos fuimos a casa y cenamos algo de la nevera porque, por las circunstancias actuales, ya no era hora de restaurantes. Me pregunto si no sería conveniente aprovechar este momento para adelantar los absurdos horarios que sufrimos en España.
En casi todos los países civilizados, las funciones de teatro, conciertos, ópera y otros espectáculos empiezan a las siete o las ocho; y todo el mundo cena antes, a nadie se le ocurre empezar a cena...
Esta semana fui con mi mujer al teatro. Celebrábamos una efemérides familiar. Empezó a las ocho y media y acabó a las diez. Era función única. A la salida nos fuimos a casa y cenamos algo de la nevera porque, por las circunstancias actuales, ya no era hora de restaurantes. Me pregunto si no sería conveniente aprovechar este momento para adelantar los absurdos horarios que sufrimos en España.
En casi todos los países civilizados, las funciones de teatro, conciertos, ópera y otros espectáculos empiezan a las siete o las ocho; y todo el mundo cena antes, a nadie se le ocurre empezar a cenar a las diez y media de la noche.
Es momento de adelantar las funciones de los espectáculos y, de una vez, reformar esos absurdos horarios que disfrutamos, o más bien, sufrimos.
Eduardo Llorente Herranz, Madrid