Columna

Curas o geriatras

Isabel Díaz Ayuso es una mala presidenta para los vivos, pero mucho peor para quienes van a morir

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, en la Casa de Correos, Madrid (España), el pasado 28 de julio.OSCAR DEL POZO (Europa Press)

¿Para qué hacen falta tantos geriatras en los hospitales? Quizás para hacer que esas instituciones sean sostenibles. Al tener las plazas cubiertas de Geriatría, se pone en marcha un efecto llamada que hace que los hospitales se llenen de ancianos deseosos de vivir. Claro, como si la vida la regalaran.

Y justamente por eso, nuestra presidenta, Isabel Díaz Ayuso, lo ha llenado todo de curas dispuestos a demostrarles a esa cuadrilla de ancianos que le destrozan las estadísticas a base de algo tan fácil como morirse, que eso de que la vida es un valle de lágrimas no es solo una figura liter...

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¿Para qué hacen falta tantos geriatras en los hospitales? Quizás para hacer que esas instituciones sean sostenibles. Al tener las plazas cubiertas de Geriatría, se pone en marcha un efecto llamada que hace que los hospitales se llenen de ancianos deseosos de vivir. Claro, como si la vida la regalaran.

Y justamente por eso, nuestra presidenta, Isabel Díaz Ayuso, lo ha llenado todo de curas dispuestos a demostrarles a esa cuadrilla de ancianos que le destrozan las estadísticas a base de algo tan fácil como morirse, que eso de que la vida es un valle de lágrimas no es solo una figura literaria, sino una descripción muy ligera de lo que aquí sucede.

No es una exageración. Los curas que ha contratado Ayuso con el dinero de los contribuyentes, por supuesto, vienen a la Sanidad Pública madrileña con una responsabilidad fundamental, que es asegurar que los que se van a ir desde las UVI de los hospitales, donde Ayuso no les quería, tengan una muerte cristiana, lo que significa, dentro de las enseñanzas de nuestro obispo, Juan Antonio Reig-Pla, una muerte con los dolores garantizados, libre de los cuidados solo paliativos que la maligna cuadrilla del libre pensamiento lleva en su seno.

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No es una exageración ni una maledicencia. Ayuso lo ha llenado todo de curas, que quieren salvar su alma a costa del dolor ajeno, con el presupuesto, siempre escaso, que hay para geriatras. Esos curas tienen que asegurarse de que los pacientes que no lo han dicho de manera irrefutable, tengan la vigilancia debida para asegurar que sus últimas horas en este valle de lágrimas están presididas por el dolor, ese dolor que no es de Ayuso ni de Reig Pla, sino de cada uno de los que pasan por las UCI.

Ayuso ha llegado a ser presidenta de la Comunidad de Madrid por vías democráticas. Es una presidenta legítima. Tanto que puede, de forma un tanto torticera, eso sí, saltarse la misma reglamentación que los legisladores han producido.

En Madrid hay algún hospital en que se ha contratado a más curas que geriatras después del ataque de la covid-19. Eso se ha podido hacer porque Ayuso es partidaria de las ideas sádicas de un obispo como el de Alcalá. Unas ideas que garantizan que cualquier agonizante sufra como es debido.

Ayuso es una mala presidenta para los vivos, pero mucho peor para quienes van a morir.

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