Columna

Sofía, Reina

Una mujer a la vez dueña y presa de un sentido del deber más fuerte que ella. El deber de apretar los dientes y tragar con lo que sea con tal de salvar lo que cree sagrado

Los Reyes eméritos Juan Carlos y Sofía, junto al pintor Antonio López, durante la inauguración de la exposición 'El retrato en las Colecciones Reales' en diciembre de 2014.Uly Martín

Antonio López tardó dos décadas en pintar La familia de Juan Carlos I. Tal fue el compromiso del artista con su obra que, desde 1994, cuando se la encargó Patrimonio Nacional, hasta su entrega en 2014 no acabó de verla a su gusto. Para entonces, ni este país ni esa familia eran los mismos, ni Juan Carlos I era Rey de España. Aun así, fueron ellos, Juan Carlos y Sofía, el matrimonio del lienzo, quienes fueron a inaugurarlo, como si 20 años no fueran nada. Su estampa aquel día era un poema. Mientras Juan Carlos parecía querer acabar con el paripé cuanto antes con la cara de fastidio que s...

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Antonio López tardó dos décadas en pintar La familia de Juan Carlos I. Tal fue el compromiso del artista con su obra que, desde 1994, cuando se la encargó Patrimonio Nacional, hasta su entrega en 2014 no acabó de verla a su gusto. Para entonces, ni este país ni esa familia eran los mismos, ni Juan Carlos I era Rey de España. Aun así, fueron ellos, Juan Carlos y Sofía, el matrimonio del lienzo, quienes fueron a inaugurarlo, como si 20 años no fueran nada. Su estampa aquel día era un poema. Mientras Juan Carlos parecía querer acabar con el paripé cuanto antes con la cara de fastidio que se le quedó desde que le cazaron en Botsuana; Sofía, con la sonrisa beatífica que luce desde entonces, disfrutaba del momento sin evitar que se le fueran los ojos a sus polluelos cual madre clueca. Esa, me pareció, es Sofía de Grecia. Hija de rey, hermana de rey, esposa de rey, madre de rey, abuela de quizá futura reina. Una mujer a la vez dueña y presa de un sentido del deber más fuerte que ella. El deber de apretar los dientes y tragar con lo que sea con tal de salvar lo que cree sagrado. La santa esposa educada para sobrellevar estoicamente al esposo de moral distraída. Por sus hijos, por su estatus, por su propia corona, aunque sea de espinas. Por lo que sea, menos por ella misma.

Ahora que se ha roto el pacto de silencio por los servicios prestados. Ahora que sabemos que el Emérito tuvo las reales gónadas de llamar inejemplar a su corrupto yerno mientras regalaba presuntamente 65 millones a su querida Corinna. Ahora que hasta Henar Ortiz, tía de doña Letizia, tuitea los tejemanejes del suegro de su sobrina, quizá haría falta algo más que una gira de campo y playa para restaurar la confianza en la Corona. El otro día, el anciano Antonio López fue a reparar una escultura suya violentada por los vándalos. Apuesto a que retocaría también su áulica obra. Pero ese cuadro no hay quien lo arregle.

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