Análisis

En Euskadi cotizan el pacto y la estabilidad

Las elecciones resultan poco propicias para el PP de Pablo Casado y su estrategia opositora de crispación

El candidato a la reelección como lehendakari por el PNV, Iñigo Urkullu, en un acto electoral en San Sebastián, este domingo.Gorka Estrada (EFE)

Las primeras elecciones tras la pandemia se celebran en una Euskadi en la que, tras décadas de confrontación y división, azuzadas por el terrorismo, cotiza alto la estabilidad política y la convivencia entre diferentes. La crisis sanitaria y económica ha aumentado aún más la cotización de estos valores junto con el reforzamiento de lo público y el rechazo de la crispación. Estos valores en alza distinguirán estas elecciones vascas de su conflictivo pasado y del clima de crispación procedente de las Cortes.

La cotización de estos valores favorece a los partidos de la coalición de gobiern...

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Las primeras elecciones tras la pandemia se celebran en una Euskadi en la que, tras décadas de confrontación y división, azuzadas por el terrorismo, cotiza alto la estabilidad política y la convivencia entre diferentes. La crisis sanitaria y económica ha aumentado aún más la cotización de estos valores junto con el reforzamiento de lo público y el rechazo de la crispación. Estos valores en alza distinguirán estas elecciones vascas de su conflictivo pasado y del clima de crispación procedente de las Cortes.

La cotización de estos valores favorece a los partidos de la coalición de gobierno, PNV y PSE, pese a sus fallos de gestión. También a Pedro Sánchez que, previsiblemente, saldrá reforzado en Euskadi, también pese sus propios errores y ensimismamiento. Basta recordar, como anticipo, que sólo uno de los 18 diputados vascos en el Congreso —el del PP— votó en contra de su investidura, el del PP. Los otros o la apoyaron (PNV, PSE y Unidas Podemos) o se abstuvieron (EH Bildu).

Por contra, las elecciones resultan poco propicias para el PP de Pablo Casado y su estrategia opositora de crispación, con la notoria dificultad de haber sustituido al candidato moderado a lehendakari, Alfonso Alonso, por el radical, Carlos Iturgáiz. Todas las encuestas certifican la caída de los populares y la rotunda victoria del PNV.

Pero los partidos de la coalición vasca no lo tienen todo atado. El miedo al contagio y la fecha electoral, un 12 de julio, restarán participación. La incógnita es su cuantía y reparto. Lo que parece que apenas tendrá efectos sobre la participación es la campaña de confrontación total de Iturgáiz, respaldado por Casado, con sus temas clásicos —la disuelta ETA y la ruptura de España— cuya influencia en Euskadi hoy es ínfima. Otro clásico, el debate sobre la relación con el resto de España y el derecho a decidir, que EH Bildu exhibirá para hostigar al PNV, estará presente, pero no centrará la campaña porque la realidad se impone: la crisis sanitaria y económica. Superarlas al menor costo posible es el debate que interesa y hasta EH Bildu lo sabe, como demuestran sus intervenciones en el Congreso. Tampoco es momento propicio para experimentos, como la alternativa del “tripartito de izquierdas” de Podemos, que el PNV utilizará en campaña para reafirmar su voto, pese a que resulta inviable por la autocrítica pendiente de Bildu. Podemos, que estrena candidata, está en el dilema entre apostar por la confrontación con la coalición PNV-PSE o por colaborar, en línea con el Ejecutivo nacional.

La pandemia, al reafirmar la necesidad de reforzar la sanidad y la colaboración autonómica, estatal y europea para una salida social de la crisis cuestiona los postulados aislacionistas del soberanismo. Es el tablero de competición política entre un PSE, que siente reafirmados sus postulados de izquierda y su influencia social en la coalición de gobierno, y el PNV, que pugna por combinar el apoyo al Ejecutivo central en nombre de la estabilidad y la defensa del autogobierno. Habrá pugna pero sin que llegue la sangre al río.

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