Carta a Europa

Lo que hemos ganado gracias al coronavirus

La superación de la pandemia puede ser un modelo para Suiza y para el mundo de cómo enfrentarse a futuras crisis

Una voluntaria reparte alimentos y productos de primera necesidad en Ginebra (Suiza).MARTIAL TREZZINI (EFE)

¿Cuál va a ser el coste del coronavirus para Suiza? La pregunta tiene dos respuestas. La primera es que, calculado en vidas humanas, consecuencias sociales, francos y céntimos, el precio es inmenso. Incontables años de vida perdidos, desconcierto social y político, miles de millones aún por determinar esfumados en el cierre. La segunda respuesta es que, en lo que a desarrollo científico, político y social se refiere, podemos sacar, y sacaremos, provecho de esta crisis.

¿Les parece una idea aventurada? Permítanme que la argumente. Una cosa está clara: el coronavirus es el reto más acucia...

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¿Cuál va a ser el coste del coronavirus para Suiza? La pregunta tiene dos respuestas. La primera es que, calculado en vidas humanas, consecuencias sociales, francos y céntimos, el precio es inmenso. Incontables años de vida perdidos, desconcierto social y político, miles de millones aún por determinar esfumados en el cierre. La segunda respuesta es que, en lo que a desarrollo científico, político y social se refiere, podemos sacar, y sacaremos, provecho de esta crisis.

¿Les parece una idea aventurada? Permítanme que la argumente. Una cosa está clara: el coronavirus es el reto más acuciante al que se enfrentan el mundo y Suiza desde hace como mínimo una generación. Pero todo indica que vamos a superarlo —a escala mundial y nacional— con más éxito que cualquiera de las anteriores epidemias de la historia de la humanidad. La experiencia que ganemos con ella nos hará más fuertes y nos dará más confianza para futuras crisis: la económica, probablemente inminente e inevitable, la de los refugiados, y la climática. Y también para la próxima pandemia.

La respuesta mundial a la covid-19 demuestra a muchos niveles la eficacia política, económica, científica y social con que la que somos capaces de reaccionar mundialmente a las amenazas mortales. Y también con cuánta humanidad sabemos hacerlo.

A medida que el virus y la enfermedad se propagaban por el mundo desde China, en todas partes estuvo claro —con escasas excepciones— que la máxima prioridad era proteger la vida humana. Es verdad que hubo fuertes discusiones sobre si se debía compensar el sufrimiento humano causado por las medidas contra la pandemia y cómo hacerlo. Pero, al final, poblaciones enteras de todo el planeta estuvieron decididamente dispuestas a hacer enormes sacrificios para salvar vidas.

El resultado está a la vista. La peste de la Edad Media causó cientos de millones de muertes; la gripe española de finales de la Primera Guerra Mundial, 50, y hasta ahora el sida se ha cobrado 32 millones de vidas. Todavía no sabemos hasta qué punto es letal la covid-19 en comparación con las epidemias del pasado, pero hay indicios consistentes de que las sociedades con su comportamiento, y la medicina con su investigación, la controlarán más deprisa y mejor que las anteriores.

En un esfuerzo de colaboración internacional sin precedentes, los científicos han descifrado el genoma del virus en el plazo de días. Esta información constituye la base de las pruebas, las terapias y las vacunas. En cambio, en el brote de SARS de 2003 hicieron falta meses.

Y la ciencia no descansa. Interconectadas a través del mundo, las investigadoras y los investigadores estudian conjuntamente 24 horas al día los patrones de transmisión y propagación del virus y la evolución de la enfermedad. Gracias a ello, las medidas de protección contra el contagio y los métodos de tratamiento se pulen y perfeccionan en cuestión de semanas.

Los Estados están poniendo a disposición en cantidades nunca vistas los medios para mitigar las consecuencias económicas del virus y de las medidas para combatirlo. Suiza destinará más de 60.000 millones de francos; Alemania, más de un billón de euros, y la Unión Europea al menos otros 750.000 millones.

Antes del coronavirus era impensable que poblaciones enteras se sometiesen al cierre y la amenaza de ruina; que los Gobiernos y los partidos desde la extrema izquierda hasta la extrema derecha acordasen medidas económicas por valor de miles de millones, y que el mundo cooperase por un objetivo común. Y ello sin interrumpir el debate político, al menos en los países democráticos. Pero las quejas, la resistencia y el egoísmo son la excepción, no la regla.

Todo esto permite tener esperanza. Como mínimo, no podemos descartar que esta acción decidida y conjunta se vaya a trasladar a las crisis que se avecinan. Posiblemente, en primer lugar, a la amenaza de la devastación económica. Después a la crisis de la emigración, en la que, hasta ahora, los indicios de cooperación humanitaria han escaseado. Y por último, a la crisis climática. La reacción al coronavirus puede y debe servir de ejemplo.

Edgar Schuler es director de la sección de Opinión del Tages Anzeiger de Zúrich.

Traducción de News Clips

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