Columna

Los peores son los mejores

Antes que entregar este sistema a vuestros mejores, preferimos que lo destruyan nuestros peores. Este es el nuevo lema ultra y nihilista

Jair Bolsonaro, con mascarilla, hablando con periodistas el pasado viernes.ADRIANO MACHADO (Reuters)

Esto supera de lejos a la selección negativa, que no era fruto de un propósito sino de la inhibición y del azar. Los mejores se dedicaban a otras cosas, más rentables en todos los sentidos. Los peores llenaban el hueco de forma oportunista. La evolución actual es intencionada: hay que seleccionar primero al peor ejemplar para colocarlo a continuación en lo más alto.

Es una actitud programática, con un profundo significado político, que se da especialmente en la franja más extremista de la derecha y quiere superar el populismo de la izquierda con sus mismos métodos. Primero, incendiar la...

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Esto supera de lejos a la selección negativa, que no era fruto de un propósito sino de la inhibición y del azar. Los mejores se dedicaban a otras cosas, más rentables en todos los sentidos. Los peores llenaban el hueco de forma oportunista. La evolución actual es intencionada: hay que seleccionar primero al peor ejemplar para colocarlo a continuación en lo más alto.

Es una actitud programática, con un profundo significado político, que se da especialmente en la franja más extremista de la derecha y quiere superar el populismo de la izquierda con sus mismos métodos. Primero, incendiar la sociedad con las redes sociales. Movilizar en la calle con métodos de violencia de baja intensidad. Promover la desobediencia y la actitud insurreccional. Y, finalmente, denunciar el sistema y la entera élite del poder sobre el que se sustenta gracias al momento más subversivo, como es la elección del líder.

Nada más contundente y eficaz como la elección de alguien capaz de convertirse en la alternativa a la izquierda biempensante y socialdemócrata con un mensaje como un puñetazo en el rostro: “El peor de todos nosotros es mejor que el mejor de todos vosotros”. Vale para Donald Trump en relación con Hillary Clinton o Barack Obama. Para Bolsonaro en relación con Lula. O para Díaz Ayuso en relación con Gabilondo.

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Su significado no está lejos del anarquismo. El pueblo está harto. Para entregar este sistema a vuestros mejores, es mejor que lo destruyan nuestros peores. No hay que arrugarse ante las fuerzas elementales que mueven la vida y la sociedad. La libertad regresa al lado arcangélico de la historia.

Frente a la voracidad del Estado intervencionista, de nuevo las banderas de la emancipación individual enarboladas ahora desde la derecha. No hay libertad sin riesgo. No valen excusas solidarias y sentimentales. Que nadie se queje si mueren los pobres, los viejos, los más vulnerables, las minorías.

La pandemia es ideal para la expresión de estos delirios. Es una revolución conservadora, una insurrección reaccionaria. Contra el Estado profundo, el deep state que Trump denuncia sin descanso. Contra el socialismo corrupto que combate Bolsonaro. Contra el virus como excusa totalitaria para limitar libertades y extender el terror.

Se presenta como nueva, pero es una viejísima historia. Esos populismos solo pretenden dejar el solar limpio para que luego desfilen ordenadas las escuadras preparadas para imponer un nuevo orden.

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