Columna

Crítica política estéril

No es razonable abordar un análisis crítico del desconfinamiento sobre una lógica perversa asentada en insinuaciones de un pretendido castigo a aquellos territorios gobernados por una oposición combativa

Detalle de la pantalla en la que se ven a todos los presidentes autonómicos durante la videoconferencia de este domingo.Armando Álvarez (EFE)

No le faltaba razón al Gobierno cuando reivindicaba para sí el diseño y la ejecución de la desescalada. La crispación de las últimas semanas confirma la oportunidad de que sea un mando único el responsable de coordinar un proceso que condiciona la recuperación de la libertad de movimiento de las personas y la reactivación de la economía, hasta lograr la anunciada nueva normalidad en todo el territorio. Asusta la hostilidad con la que cada semana se recibe la decisión del Ministerio de Sanidad avalando o rechazando el paso de fase; a pesar de que tal decisión se apoya en parámetros técnicos pen...

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No le faltaba razón al Gobierno cuando reivindicaba para sí el diseño y la ejecución de la desescalada. La crispación de las últimas semanas confirma la oportunidad de que sea un mando único el responsable de coordinar un proceso que condiciona la recuperación de la libertad de movimiento de las personas y la reactivación de la economía, hasta lograr la anunciada nueva normalidad en todo el territorio. Asusta la hostilidad con la que cada semana se recibe la decisión del Ministerio de Sanidad avalando o rechazando el paso de fase; a pesar de que tal decisión se apoya en parámetros técnicos pensados para hacer frente a una potencial escalada de contagios.

Realmente llama la atención la falta de lealtad y la gran irresponsabilidad que destilan las declaraciones de algunos líderes autonómicos. Resulta difícil de entender que la forma de discutir el resultado de un proceso consista en cuestionar sistemáticamente el procedimiento, los indicadores elegidos, la transparencia con la que estos son aplicados o los motivos —supuestamente espurios— que impulsarían a personal técnico de la Administración del Estado a favorecer a unos territorios.

No es razonable abordar un análisis crítico del desconfinamiento sobre una lógica perversa asentada en insinuaciones de un pretendido castigo a aquellos territorios gobernados por una oposición combativa como la que representa Madrid. Más creíble resulta imaginar que un caótico (des)gobierno de coalición entre el PP y Ciudadanos está dispuesto a introducir tensión y polarizar la vida política hasta el extremo, evitando así ofrecer explicaciones sobre la debilidad de sus estructuras sanitarias.

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Ahora, más que nunca, las energías de los Gobiernos autonómicos deberían estar orientadas a corregir y, en su caso, fortalecer las estructuras que permitan luchar contra la pandemia y sus efectos. Habrá tiempo, sin duda, para saldar responsabilidades con quien ha tenido que pilotar esta crisis.

Mientras tanto, es pertinente recordar la conveniencia de no convertir el debate político entre distintos niveles de gobierno en un estéril combate por el poder que en nada mejore la vida de las personas.

En momentos tan difíciles como los que estamos viviendo, y pensando en la ardua tarea de reconstrucción que tenemos por delante, debemos exigir a todos los que nos representan un esfuerzo más firme para reforzar la confianza de los ciudadanos en la política y en su capacidad para garantizar el progreso de la sociedad. Quienes no se comprometan a hacerlo, ya sean Gobierno u oposición, deberían quedar inhabilitados para liderar el diseño de un futuro que se antoja difícil, pero que ha de seguir siendo esperanzador para todos.


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