Columna

De héroes y de heroínas

Los héroes colectivos ya sabemos quienes son, aparecen como esenciales hasta en el BOE. De los otros esperamos solo, y nada menos, liderazgo y buenas políticas

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, en el pleno de la Asamblea de Madrid, el pasado 7 de mayo.Pool (Europa Press)

Anda la política española buscando desesperadamente héroes y villanos. Instalada en la confrontación permanente, en el blanco y negro, no concibe otra manera que la oposición al otro. Y esa necesidad de ser el positivo o el negativo de la foto rota de un país condenado a ser dos mitades se refleja en siglas pero, sobre todo, en los nombres propios.

Ya ha fracasado, por imposible, la estrategia de la derecha de convertir en heroína a Isabel Díaz Ayuso, transmutada en una mezcla de mater dolorosa e influencer que ignora a su experta en Salud Pública, da comida chatarra a los...

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Anda la política española buscando desesperadamente héroes y villanos. Instalada en la confrontación permanente, en el blanco y negro, no concibe otra manera que la oposición al otro. Y esa necesidad de ser el positivo o el negativo de la foto rota de un país condenado a ser dos mitades se refleja en siglas pero, sobre todo, en los nombres propios.

Ya ha fracasado, por imposible, la estrategia de la derecha de convertir en heroína a Isabel Díaz Ayuso, transmutada en una mezcla de mater dolorosa e influencer que ignora a su experta en Salud Pública, da comida chatarra a los niños pobres, abandona reuniones, posa en medio de la desgracia y disparata sobre la incidencia de la altura de los techos de los hospitales en la curación del coronavirus o sobre el nombre de la covid-19.

Pero tampoco un líder en las antípodas, no solo ideológicas sino de carácter, como Pedro Sánchez, tiene las hechuras de héroe en la era de la incertidumbre, pese a la historia de resiliencia que es su biografía política. En este momento de mucha fragilidad anímica en toda la sociedad, le falta empatía, lo que en televisión se llama traspasar la pantalla, y le sobra desconfianza para compartir objetivos y estrategia.

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Con nuestro histórico complejo de inferioridad, nos encanta señalar lo bien que lo hacen otros en una epidemia en la que prácticamente nadie acierta, porque si muchos lo hicieran no sería pandemia. Incluso la evidencia de que países gestionados por mujeres están obteniendo buenos resultados parte, desgraciadamente, de una muestra tan pequeña que resulta imposible sacar conclusiones. Aunque recomiendo el artículo en este periódico de Marta Fraile sobre por qué en esos pocos países las líderes son capaces de tomar decisiones drásticas y difíciles, pero comunicarlas con precisión, sencillez y espontaneidad.

No, salvo para los fanáticos, es difícil señalar héroes en esta crisis monumental. Será porque, como escribe Jorge Carrión en The New York Times a propósito de esa imagen icónica de nuestras conversaciones confinadas a través de las plataformas, “en plena pandemia, sin nadie que asuma el liderazgo mundial, sin héroes que no sean colectivos, las imágenes que mejor representan la realidad son las pantallas divididas en celdas”.

Los héroes colectivos ya sabemos quiénes son, aparecen como esenciales hasta en el BOE. De los otros esperamos solo, y nada menos, liderazgo y buenas políticas.

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