Columna

Bienvenidos a la Edad Media

La historia no es una línea de progreso imparable sino más bien una montaña rusa donde también hay bajadas. A veces terroríficas

Una cervecería de Praga en su reapertura tras el confinamiento por el confinamiento.MARTIN DIVISEK (EFE)

No sabemos cómo será la nueva normalidad, aunque podemos estar casi seguros de que no será según lo previsto en la teoría. Los militares saben bien que ningún plan de batalla por bueno que sea sobrevive al primer contacto con el enemigo. Sucede exactamente lo mismo con la desescalada y el primer paseo. En cualquier caso, esa nueva normalidad tal vez no sea tan nueva.

Imaginemos un poder representativo con una soberanía limitada elegido por otros poderes de rango inferior —llamémosles electores— que gobiernan cada uno en su territorio. Ese poderoso no dispone de Ejército ni recaud...

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No sabemos cómo será la nueva normalidad, aunque podemos estar casi seguros de que no será según lo previsto en la teoría. Los militares saben bien que ningún plan de batalla por bueno que sea sobrevive al primer contacto con el enemigo. Sucede exactamente lo mismo con la desescalada y el primer paseo. En cualquier caso, esa nueva normalidad tal vez no sea tan nueva.

Imaginemos un poder representativo con una soberanía limitada elegido por otros poderes de rango inferior —llamémosles electores— que gobiernan cada uno en su territorio. Ese poderoso no dispone de Ejército ni recauda impuestos, aunque la moneda con la que se compra y vende se emite en su nombre. Son los poderes electores quienes disponen de ejércitos locales y, más o menos, se comprometen a alimentar el tesoro común, aunque hacen sus trampas cada vez que tienen ocasión. En época de bonanza las ciudades están abiertas y no es difícil atravesar las fronteras, pero en cuanto hay una amenaza —por ejemplo, unos disturbios o una plaga—, los poderes electores cierran sus fronteras e incluso sus ciudades.

Lo hacen, naturalmente, diciendo siempre que se está de acuerdo con el poderoso, que a estas alturas ya está claro que no lo es tanto. Este último recuerda a los electores qué es lo que tienen que hacer en sus territorios, pero en un tono más bien amable, no sea que le suelten un caballeresco corte de mangas. El pueblo no elige al poderoso —que para eso ya están los electores—, tiene la impresión de que la verdadera información está en manos de unos círculos muy restringidos y extiende cualquier tipo de noticia, verdadera o falsa, con una fe incuestionable en el boca a boca. Y ahora viene la cuestión: ¿esta situación corresponde a la Edad Media o la Unión Europea de 2020?

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En los setenta, autores tan dispares como Umberto Eco o Hedley Bull advirtieron de que la Edad Media estaba de vuelta. Hay muchas formas de ver la historia. Para unos es un imparable y optimista ascenso hacia el progreso, para otros, circular y algunos la viven como la posibilidad de freír sin salpicar; no existe.

Tal vez se asemeje más a una montaña rusa con subidas, bajadas, giros y algún que otro looping. A la Edad Media se la denomina así porque está entre dos tramos popularmente aceptados como mejores. De hecho, hay quienes emplean el término Edad Oscura para referirse a ella, un término acuñado por Petrarca en el siglo XIV, que debía ser muy luminoso. El tiempo nos dice que no se puede ir hacia atrás, pero la historia nos enseña que se puede ir hacia abajo. El asunto es saber si estamos bajando… y prepararse para el looping.

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