Columna

Golpe...tazo de Estado

El Gobierno se ha dado de bruces contra la realidad. Y ahí está la rebelión de las autonomías ante la desescalada

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en el Congreso de los Diputados.EFE

Más que un golpe de Estado, como se empeña la derecha en denunciar desahogadamente una y otra vez, lo que ha habido es un golpetazo de Estado. En definitiva, el Estado se ha dado de bruces contra la realidad. Y ahí está la rebelión de las autonomías ante la desescalada. Al surgir la necesidad de un mando único para pilotar la pandemia, ha quedado de manifiesto que faltan instituciones federales que permitan liderar una política de Estado, o que éstas fallan por desuso; de modo que la mera existencia de esa dirección única, asumida por Sanidad, de inmediato se convirtió en una idea bajo sospech...

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Más que un golpe de Estado, como se empeña la derecha en denunciar desahogadamente una y otra vez, lo que ha habido es un golpetazo de Estado. En definitiva, el Estado se ha dado de bruces contra la realidad. Y ahí está la rebelión de las autonomías ante la desescalada. Al surgir la necesidad de un mando único para pilotar la pandemia, ha quedado de manifiesto que faltan instituciones federales que permitan liderar una política de Estado, o que éstas fallan por desuso; de modo que la mera existencia de esa dirección única, asumida por Sanidad, de inmediato se convirtió en una idea bajo sospecha. En el Estado de las Autonomías, la tendencia siempre ha sido a menos Estado y más Autonomía. De hecho, lo sucedido sólo era posible bajo el estado de alarma excepcional, tanto que de hecho bordea la inconstitucionalidad.

Efectivamente la reacción autonómica al proceso de desescalada en España, que requería una estrategia de Estado, delata ese fenómeno. Ha habido críticas a derecha e izquierda. Ante la simple opción de territorializar las fases por provincias, no ha tardado el pataleo en disparar los decibelios. Urkullu habló de “Estado de tutela permanente” y “un modelo de Estado provincial que representa un retroceso centralizador”. Y desde Cataluña —no es fácil subir cada semana el listón de la indignidad, pero TV3 ha identificado a Madrid como lugar de origen de la pandemia, casi un trumpista ‘virus madrileño’— incluso se cuestiona siquiera que tenga alguna vigencia la provincia. La negación de ésta, como algo irreal o incluso franquista, resulta ridícula: Justicia, Hacienda, asociaciones de la prensa, universidades, Seguridad Social… hay mucha provincialidad institucional. Otra cosa es que pueda ser más eficiente el distrito sanitario, cosa que deben determinar los expertos, pero se ha puesto en evidencia la resistencia de las autonomías a todo lo que no sea tener el control.

A corto plazo, más que un debate de fondo sobre el modelo de Estado, todo esto se verá marcado por claves más cortoplacistas: la crítica al Gobierno por el suspenso en diálogo, puesto que nunca ha compartido decisiones con la oposición y ha indignado a las comunidades en esas citas dominicales con las decisiones ya consumadas; y el maniobrerismo partidista de quienes tiene urgencias electorales, como Urkullu, también Feijóo, o ERC con sus amenazas constantes. Pero conviene mirar más allá. Las autonomías son cada vez más hostiles a las políticas de Estado, y es problemático. Incluso en Alemania, los lander han presionado para desescalar; y su referente sanitario, Christian Dorsten, teme que esa urgencia acabe en un rebrote del que por supuesto acabarán culpando a Merkel, reacia a las prisas. Si eso es en Alemania, lo de aquí sería un aquelarre. Nadie duda que Torra, Urkullu o Ayuso culparían de todo a Moncloa; de hecho, ya lo hacen aunque no sirva para explicar sus malos datos. El resultado a la vista está. Si no hay políticas de Estado, qué sentido tienen Pactos de Estado.

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